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El nuevo partido de Silvio Berlusconi no convence a sus aliados

Enric González

Silvio Berlusconi posee una ilimitada capacidad de protagonismo. Sometido a un creciente aislamiento en la oposición, y sin perspectivas de una inmediata caída del gobierno de Romano Prodi, Il Cavaliere resolvió ayer la situación con un golpe de efecto: anunció la disolución de su partido, Forza Italia, y la creación inmediata de una nueva fuerza política por una vía que definió como "asamblearia" y "popular", sin dar muchos más detalles.

Berlusconi prometió elecciones abiertas a todos para el liderazgo del centro-derecha y sugirió que el nuevo partido, vinculado a los populares europeos, podría llamarse Pueblo de la Libertad. Pero dejó también esa decisión "en manos del pueblo". El anuncio de Berlusconi fue acogido con gran frialdad por sus aliados en la Casa de la Libertad, una coalición que, al menos en apariencia, entró ayer mismo en coma. Gianfranco Fini, presidente de Alianza Nacional y teórico número dos del centro-derecha, afirmó que no tenía la menor intención de ingresar en el nuevo partido.

El ex presidente del Gobierno estaba acorralado. No consiguió asestar el empujón final a Prodi la semana pasada, durante las delicadas votaciones presupuestarias, y sus aliados le exigían que renunciara a la oposición a ultranza y aceptara negociar con el centro-izquierda una reforma electoral. "Berlusconi debe comprender que el Gobierno sólo caerá cuando exista una nueva ley electoral", dijo Fini el pasado viernes.

Silvio Berlusconi asumió la derrota. Ayer expresó su disposición a negociar "de inmediato" una reforma electoral, con la condición de que fuera seguida de nuevas elecciones. Pero logró vestir la derrota con los ropajes de la victoria. El hombre más rico de Italia se presentó a sí mismo como "un hombre del pueblo, capaz de comprender al pueblo", y proclamó que durante este fin de semana había conseguido "la mayor movilización popular en la historia de la República Italiana".

Recogida de firmas

La movilización popular a la que aludía fue una recogida de firmas, en las principales ciudades italianas, a favor de la dimisión del Gobierno. Cuando los tenderetes aún estaban abiertos, sin que nadie pudiera percibir ninguna aglomeración ante ellos, Forza Italia anunció que 7.027.734 ciudadanos habían firmado contra Prodi. Silvio Berlusconi añadió que "sólo la mitad" de los siete millones largos eran votantes de Forza Italia, y que bastantes eran "votantes de izquierda".

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El prodigioso recuento, acompañado de un certero conocimiento de la identidad política de los participantes, fue la conclusión de un acontecimiento propagandístico destinado a mostrar a Berlusconi como un gran líder de masas. Como suele ocurrir con los actos públicos del Il Cavaliere, todo se mezcló un poco en la plaza milanesa de San Babila, el lugar elegido para cerrar la recogida de firmas: mientras unos gritaban contra Prodi, otros pedían a Berlusconi que, como propietario del Milan, fichara al brasileño Ronaldinho.

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