"He vuelto a nacer y ahora mis pies son mis manos"
Los motoristas sufren el 35% de los accidentes con lesiones de médula
Mario Moñino y Paco Salinas tienen tanto en común que parecen amigos de toda la vida. Ambos son jóvenes: 25 años el primero, madrileño de Fuenlabrada, y 26 el segundo, cordobés de Bujalance. Comparten una intensa pasión por la moto, que les llevaba a aprovechar los ratos libres para perderse por cualquier carretera. Pero no se han conocido en ninguna excursión motera, ni disfrutando de un gran premio. Sus vidas se cruzaron el pasado mes de junio en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, donde están ingresados por culpa de un accidente de tráfico que les produjo una lesión medular y les postró en una silla de ruedas.
"Fue el 23 de junio, un sábado, en una carretera de Ciudad Real. Tomé una curva a la izquierda y había dos baches imposibles de ver. La moto se desvió hacia la cuneta y me estrellé contra una señal vertical que me fracturó la médula. Y me pasé un mes en la UCI". Paco, que acababa de doctorarse en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, iba a empezar a dar clases en la universidad en septiembre: "Para una persona tan activa y deportista como yo, es muy duro". Mario sufrió el accidente el 5 de junio, justo un día después de celebrar su cumpleaños. Había salido de ruta con cinco amigos moteros, y circulaba por una carretera de montaña, cerca de Navacerrada [Madrid]. "Era una curva normal, ni peligrosa ni nada. Pero la moto resbaló y choqué con un guardarraíl. ¿Si me dolió? No, de medio tronco para abajo no sentía nada. Sólo el vacío". Hacía 10 meses que se había comprado su moto de 600 cc, un capricho de toda la vida: "Ya ves qué poco me duró".
"No podré volver a mi trabajo, pero mi familia agradece que esté vivo"
"Es injusto pasarte la vida en silla de ruedas por culpa de un resbalón"
Situados frente a frente, Mario y Paco se entregan al ritual cotidiano del gimnasio. Con las manos apoyadas en las barras paralelas, cogen impulso y levantan su cuerpo a duras penas. Cada cinco segundos, avanzan unos 20 centímetros. De frente y de espaldas. Y vuelta a empezar. A su alrededor, una treintena de pacientes trata de flexionar brazos, piernas y espalda con la ayuda de los auxiliares del centro.
El ejercicio físico sirve para recobrar el tono muscular "y no depender de nadie en la medida de lo posible". Pero la rehabilitación también exige un esfuerzo mental. "Asumir que la vida no se acaba. Que has vuelto a nacer, aunque ahora tus pies sean tus manos. La voluntad y el sacrificio determinan el 90% de la recuperación. Hay que mantener encendida una velita de esperanza", señala Paco, que sueña con recibir el alta para volver a la universidad. Mario, que se dedicaba a montar cocinas, no volverá a pisar una obra: "Tendré que replantear mi futuro, porque lo que me gusta ya no lo puedo hacer. Pero mi familia da las gracias sólo con verme vivo".
Al llegar al hospital, una de las cosas que más les llamó la atención es que casi todos los pacientes habían ingresado por un accidente. De las 300 personas que pasan cada año por el centro, el 40% ha sufrido un siniestro de tráfico. Y ocho de cada diez tienen entre 15 y 39 años. El porcentaje de motoristas solía oscilar entre el 10% y el 15%. Pero en lo que va de año, representan el 35%. Lo que sucede entre las paredes de este hospital es un termómetro de lo que se cuece en las carreteras españolas: la mortalidad ha descendido un 7% en 2007, pero en motocicletas ha subido un 33%.
Ayer, Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas de la Violencia Vial, centenares de personas se concentraron en varias ciudades españolas para rendir homenaje a quienes perdieron la vida en las carreteras. De los 2.437 que han muerto este año, casi 450 iban en moto. También se han registrado más de 1.000 heridos graves.
"Accidentes siempre habrá. Lo que hay que intentar es que sus consecuencias no sean tan fatales", se enfada Mario. "Es injusto pasarte la vida en una silla de ruedas por culpa de un resbalón". De un resbalón y del guardarraíl y la señal con los que impactaron. Por eso, ambos acudieron a la multitudinaria manifestación motera celebrada en Madrid el pasado 10 de noviembre. Allí, Paco recordó a todos los asistentes que en la carretera en la que se estrelló se produjeron tres accidentes graves, dos de ellos mortales, en seis días. No fue hasta entonces cuando, por fin, arreglaron los baches.
Pero los dos jóvenes coinciden en que la seguridad no se reduce a mejorar las infraestructuras. "Hay que educar a los chavales desde muy pronto. ¿No es más fácil aprender idiomas de pequeño? Pues implantemos una asignatura obligatoria de educación vial. ¿Y lo que le cuesta a la sanidad pública atendernos? Se lo ahorrarían invirtiendo en lo que deben".
El gerente del hospital, Miguel Ángel Carrasco, tiene otra fórmula para combatir la siniestralidad. Pide que las campañas de la Dirección General de Tráfico sean más duras, aunque hieran la sensibilidad del espectador. Al fin y al cabo, señaló a Efe, "la realidad es más dramática de lo que sale en televisión".
Paco y Mario lo saben, aunque en el hospital han comprobado que sus amigos y familiares nunca les han dado la espalda. "Sin su apoyo, nos hundiríamos", aclara Paco, que remata su último ejercicio antes de sentarse en la silla de ruedas. Después del esfuerzo, llega el premio. Se lo entrega una chica rubia que no ha dejado de observarle desde la puerta del gimnasio. Es Reme, su novia, que se acerca y le saluda con un beso.
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