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Reportaje:ESCENARIOS

La flor de Amaranto

Javier Vallejo

Cada vez más autores y empresarios titulan sus espectáculos en la lengua dominante para imprimirles prestigio. Después de Tazón de sopa china y un tenedor e Indignos, la compañía barcelonesa Amaranto se ha dejado llevar por la corriente. Four Movements for Survival, tercera entrega de su Trilogía del sofá, es un espectáculo de teatro físico, sin cuarta pared ni barrera de seguridad, con actores que no se esconden ni dan tregua, y en castellano. Cuatro movimientos para no caerse muerto, la traducción que figura en el dossier, expresa mejor el propósito de David Franch, Lidia González Zoilo, Ángeles Ciscar y Martí Sales, sus autores, directores e intérpretes: pretenden hablar de su lucha por encontrar un lugar en el mundo del arte y de las estrategias que usan para vencer el desánimo. Su trabajo tiene que ver más con el ensayo de andar por casa y en zapatillas que con la ficción dramática. Solo en escena, Sales presenta a sus compañeros como si fueran participantes en un concurso de supervivencia, y pide un aplauso, que el público abrumadoramente joven de una función de diario les regala encantado. En ese ambiente favorable, cada uno de los actores habla, por turnos, de cosas que le animan a no tirar la toalla, mientras sus compañeros bailotean por detrás el Tintarella di luna, de Mina, que Martí Sales pincha en escena. Con Amaranto, todo está a la vista, incluso las mesas de sonido y de luces. Y los actores juegan a interpretarse a sí mismos. Se llaman por su nombre y hablan a los espectadores de tú. Venden autenticidad, a la manera de Pina Bausch.

Todos aplaudimos a Lidia intuitivamente, salvo un caballero, que vitorea a David. El árbitro le decreta vencedor con cínico aplomo: así es la vida

En Tazón de sopa china y un tenedor, Amaranto andaba pegado todavía al método compositivo de Bausch y familia. Indignos ponía enseguida rumbo a lo desconocido y acababa teniendo al público en vilo y con el corazón en un puño. En Four Movements for Survival, la compañía catalana sigue aplicando la receta de la abuela, pero ya ha hecho suyo el guiso: los monólogos están bien ligados con las escenas circenses.

En este cabaré circense, Lidia, el personaje, se crece peleando en un cajón de arena con David, que es un cruce entre La Bestia y Perro Loco Pachón. Su combate, en paños menores, es igualado: ambos terminan exhaustos, rebozados en tierra negra húmeda. Sales pide el veredicto del público. Todos aplaudimos a Lidia intuitivamente, salvo un caballero, que vitorea a David. El árbitro le declara vencedor con cínico aplomo: así es la vida. Amaranto hace un trabajo físico espléndido. Sus intérpretes tienen presencia y manejan el cuerpo mucho mejor que la palabra. Alguno de sus monólogos, por artificioso, se merece el trato que David y Ángeles le dispensan a Lidia cuando se pone a hablar de Schopenhauer: La agarran, la lanzan sobre la arena, la rebozan y le vacían saquitos de tierra dentro de la boca. Ironía no les falta. Quieren hablar a lo llano y dar la impresión de que su discurso, directo al público, les acude a la mente en ese instante, pero les queda impostado. David es un Goliath salvaje, un tipo extremo capaz de darse descargas eléctricas con la batería de un automóvil, de abrir una sandía a cabezazo limpio y de devorarla a dentelladas mientras sermonea sobre la rabia. Lidia es la bella comiéndose a la bestia, una Sigrid de Thule morena que se faja cuerpo a cuerpo con el amigo bruto del Capitán Trueno. Y a Ángeles, delgada, menudita, rubia, le toca el papel de Crispín. Es toda fragilidad, pero cuidado con ella.

Envidiamos a Lidia cuando sus dos compañeros la levantan a pulso, tendida, agarrándola de una ropa interior chiné prodigiosamente elástica, y la hacen subir y bajar suspensa, en horizontal, rebotando gozosamente sin tocar el suelo, como un yoyó humano. Admiramos el desparpajo de Ángeles, que, decidida a recrear el mundo, se desviste y se queda en esa malla transparente que usaba La Fornarina para abrigar sus desnudos, con una hojita de parra en el punto álgido y otra en cada pezón de su pecho menudo. Así, se proclama nueva Eva: "Éste es mi paraíso", dice, mientras cuelga manzanas en un olivo. Y se arranca enseguida a cantar el rap de la creación, con el culo al aire. Lidia le acompaña a la batería, David le hace los coros. De remate, ambos elevan a Ángeles/Eva sobre sus cabezas y la llevan contra un muro, donde un chorro de luz fría la convierte en diosa sin hornacina.

Four Movements for Survival es uno de los espectáculos escogidos por la Red de Teatros Alternativos para hacer una gira este año por España. Finaliza con un documental en el que Frederic Amat, Joan Baixas, Semolina Tomic y otros artistas hablan de supervivencia. Antes, Martí Sales, siempre en su papel de presentador/entrevistador le pregunta a Ángeles si el arte es necesario, y si es necesario este espectáculo. Ella responde que sí. "¿Cuánto os ha costado?", prosigue Sales. "35.000 euros". "Y esa inversión, ¿a quién beneficia?". "Al público", dice la actriz titubeando, "a los programadores también, a los técnicos... y a nosotros". "¡Ah, a vosotros! ¿Y alguno habláis inglés?". "No". "Entonces, ¿por qué el título en inglés?". Y esta pregunta se queda en el aire. Fuera de escena, me la responden: para venderlo mejor. Otra vez, la ironía de Amaranto. -

Four Movements for Survival. Gijón. La Colegiata. 23 de noviembre. Aranjuez (Madrid). La Nave de Cambaleo. Del 30 de noviembre al 2 de diciembre. Bilbao. La Fundición. 8 y 9 de diciembre. Santiago de Compostela. Sala Nasa. 13 y 14 de diciembre.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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