El principal desafío del deporte ético
Hace más de ocho años, los gobiernos y el deporte se unieron para combatir el desafío más invasor al que se enfrenta el deporte ético. Acordaron fundar una agencia internacional cuya misión se centra directamente en crear un entorno libre de dopaje para el deporte. A mí se me encargó el reto de organizar y dirigir la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), un puesto que acepté con un profundo sentido de la responsabilidad, sabiendo que, desde muchos puntos de vista, el futuro del deporte y la salud de los atletas estaban en nuestras manos.
Ahora que mi tercer mandato como presidente de la AMA llega a su fin y me preparo para entregar las riendas de esta agencia internacional a mi sucesor, estoy muy orgulloso de lo que hemos logrado trabajando juntos durante este periodo relativamente corto. El equipo directivo de la fundación, su dirección y sus socios en todo el mundo han consolidado firmemente esta agencia como una asociación única y eficaz entre deporte y gobierno. Hemos establecido el Código Mundial Antidopaje, aunando a muchos asociados y perspectivas en un solo conjunto de reglas para el antidopaje, cubriendo a todos los deportistas de todas las disciplinas deportivas y de todos los países. Hemos fundado el primer y único programa de investigación coordinado para la detección de sustancias que mejoran el rendimiento, hemos ampliado el alcance del antidopaje a regiones desatendidas mediante nuestro programa de desarrollo, y la lista continúa.
La Tercera Conferencia Mundial sobre el Antidopaje en el Deporte, que tendrá lugar en Madrid esta semana, proporciona a todo el mundo -el deporte, los gobiernos y el público en general- una oportunidad de plantearse este progreso, pero también, y esto es más importante, de mirar hacia el futuro. Y, si miramos al futuro, queda mucho más por hacer.
Los acontecimientos recientes nos dicen que el dopaje es mucho más omnipresente de lo que incluso los observadores más cínicos podrían haber imaginado. Hemos visto en muchas disciplinas deportivas que la conducta del pasado ha permitido que el dopaje arraigue y se extienda, como un cáncer, apoderándose de la cultura dentro de esos deportes. Hoy, la cuestión para algunos líderes deportivos es: ¿puede sobrevivir nuestro deporte? Se debe aumentar la presión y la ayuda, junto con el apoyo para mejorar los esfuerzos, para garantizar que estas organizaciones den los pasos adecuados, ya mismo.
La ciencia de la detección y la eficacia de los laboratorios necesitan situarse más allá de toda crítica razonable, incluyendo que se limite la posibilidad de los tests de falso positivo (además de falso negativo) y las genuinas incertidumbres legales. Todos los implicados en la lucha contra el dopaje en el deporte también deben estar dispuestos a respaldar una ciencia fiable y responder públicamente a aquéllos que hacen afirmaciones falsas o sin pruebas (casi siempre se hacen con cierto grado de interés personal) atacando a la ciencia. Igualmente, se necesitan más recursos y asociaciones en el campo de la investigación para asegurar que el antidopaje está a la altura de la ciencia oportunista y con intereses económicos que busca engañar con nuevos métodos de dopaje.
Los grandes descubrimientos de redes de fabricación y tráfico, más recientemente en la Operación Raw Deal, confirman lo que ya sabíamos: el dopaje es un fenómeno de proporciones e impacto internacionales. Pero no todos los países tienen el marco regulador que permite que los organismos policiales respondan a estos ardides. Todos los gobiernos necesitan acelerar el proceso de ratificación y aplicación de la Convención Internacional de la Unesco contra el Dopaje en el Deporte. El dopaje es un desafío muy serio para los gobiernos y para la obligación de proteger a sus ciudadanos.
No todos los países se han implicado activamente en actividades antidopaje. La atención internacional necesita centrarse en esos países para hacerles responsables de su parte en la lucha global y armónica contra el dopaje. El programa de desarrollo de la AMA ha conseguido avances. Ahora todos necesitan participar. La ausencia de siquiera un solo país en la lucha contra el dopaje corre el riesgo de desbaratar el equilibrio buscado para lograr un campo de juego equilibrado. También hago la misma observación respecto al lado deportivo de la ecuación. Hay organizaciones deportivas que hablan más que actúan en lo que respecta a las campañas antidopaje.
La educación ya no puede mantenerse al margen del resto de las estrategias contra el dopaje. Los niños tienen que oír el mensaje y, desde una edad muy temprana, tener ya a su alcance las herramientas para reaccionar de la manera más apropiada cuando se enfrenten a la cuestión del dopaje. Tampoco debería limitarse el proceso educativo a los niños. Tiene que afectar a todo el espectro de la sociedad.
En una reacción visceral a la reciente proliferación de escándalos de dopaje, algunos individuos hablan a favor de la legalización, de permitir a todo el mundo que haga lo que quiera. Esta postura es incomprensible, irresponsable y censurable a la luz de los peligros que representa el dopaje para la salud de los deportistas y para el futuro del deporte y debe enterrarse de una vez por todas.
En cierto sentido, en este complejo sistema que es la lucha global armonizada contra el dopaje, nuestra fuerza la decide nuestro eslabón más débil. El futuro dependerá del éxito que tengamos a la hora de reforzar esos campos.
Independientemente de cuáles sean las estrategias y herramientas para enfrentarnos a estas pruebas específicas, sé por nuestra experiencia presente y pasada que no existe la panacea. La batalla contra el dopaje es un ejercicio vivo que requiere vigilancia y fortaleza.
Ahora nuestra responsabilidad consiste en redoblar nuestros esfuerzos y mantener el impulso. La nueva remesa de líderes tendrá que replantearse la forma de librar a los jóvenes deportistas de los peligros del dopaje y de proteger el valor intrínseco que tiene el deporte en el desarrollo de las generaciones futuras.
Richard W. Pound es el presidente de la Agencia Mundial Antidopaje.
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