Fútbol y fe
La chispa de Robinho y la intensidad de Raúl dan la victoria al Madrid ante un meritorio Mallorca
Al contrario que el rutinario e indolente Barça que pastorean Laporta y Rijkaard, el Madrid mantiene desde el final del curso pasado un estado febril que le mantiene en la cima. Ha convertido la efervescencia en la mejor receta cuando se le gripan los partidos; cuando, como ayer ante el Mallorca, se siente exigido al máximo. Con la intensidad adecuada y la chispa de algunos de sus distinguidos, el Madrid rema como nadie en cabeza de la Liga. Frente al alegre y valiente grupo de Manzano, la chispa de Robinho y la eterna animosidad de Raúl le permitieron rescatar una victoria que tuvo en el alambre durante la mayor parte de la jornada. Un triunfo que de nuevo hizo vibrar a la hinchada, enviciada con estas remontadas de su equipo, un guión a un paso del clasicismo. Con mayor o menor estilo, el Madrid convierte muchos de sus partidos en una ruleta que divierte al graderío, entregado a la carga emocional que suscitan encuentros dislocados. Ante el Mallorca nada resultó superfluo. Nada tuvo un toque aflautado, no hubo un instante de sosiego.
REAL MADRID 4- MALLORCA 3
Real Madrid: Iker Casillas; Torres, Cannavaro (Pepe, m. 46), Heinze, Marcelo; Gago, Diarra; Robinho (Drenthe, m. 87), Sneijder (Higuaín, m. 75); Raúl y Van Nistelrooy. No utilizados: Codina, Metzelder, Baptista y Saviola.
Real Mallorca: Lux; Héctor, Nunes, Ballesteros, Navarro; Varela (Víctor, m. 89), Pereyra (Borja Valero, m. 52), Basinas, Arango (Webó, m. 77); Ibagaza y Guiza. No utilizados: Puga, Ramis, Borja, Tuni y Castro.
Goles: 1-0. M. 12. Robinho. 1-1. M. 14. Varela. 2-1. M. 17. Robinho. 2-2. M. 37. Varela. 2-3. M. 59. Guiza. 3-3. M. 63. Raúl. 4-3. M. 73. Van Nistelrooy.
Árbitro: Fernández Borbalán. Amonestó a Diarra, Higuaín y Varela.
Santiago Bernabéu: 79.500 espectadores.
El equipo de Schuster, al contrario que su rival azulgrana, juega con entusiasmo
Pocos equipos enredan más en Chamartín que el Mallorca, que hace años que le cogió el gusanillo al santuario blanco. Tiene un puñado de futbolistas notables, la mayoría hace años que se matriculó en Primera División y cuando se ve en La Castellana se acentúa el desparpajo de todos. Sus citas con el Madrid son un tiro al aire. La de ayer no fue excepcional. El conjunto balear devolvió golpe por golpe a su imponente adversario, castigado sin Guti ni Sergio Ramos, el mejor guía y un titán incomparable. Sin tregua apareció Robinho, que se afilió con su compatriota Marcelo y provocaron la primera desventura para el Mallorca. No fue la única asistencia de Marcelo, que minutos después concedió a Varela el empate tras un pésimo despeje que evidenció su desconfianza en la pierna derecha.
Desbocados los dos equipos, ambos siempre en dirección a la portería contraria, se repitieron los protagonistas. Al 2-1 de Robinho contestó Varela -el chico de los tantos museísticos, como el que le brindó al Betis en un duelo de hace unas temporadas ante el Barça- con un remate desde fuera del área que Casillas apenas pudo ver de lejos. El pulso no admitía concesiones. Gago, cada vez más controlado, se encargaba del tráfico blanco mientras que Robinho trucaba una y otra vez a los defensas contrarios. Sobre todo en el Bernabéu, el brasileño ha encadenado su mejor racha desde su fichaje. Desde que Schuster le perdonara su carnavalesca fiesta de Maracaná, Robinho ha espabilado como nunca. La batuta del técnico le ayuda. Hoy es un futbolista más dañino que nunca porque arranca en el balcón de la portería rival, donde jugadores como él crean pánico. Schuster le ha quitado las esposas de Capello y no sólo le indulta fuera del campo, sino que le premia dentro. Al final, le relevó por Drenthe para que la afición le ovacionara. Suya también había sido la jugada del tercer gol local, el sexto de Raúl en la Liga, y la obra maestra del día: un regate virtual a Héctor que se habría tragado el mejor Maldini.
Lo de Raúl es una constante. Nunca baja el voltaje y en tardes como la de ayer resulta el mejor corneta posible. Cuando más apretaba el Mallorca, certero y descarado con el marcador en contra y a favor, con Ibagaza al timón y Güiza al quite frente a Casillas, el capitán madridista mantuvo el aliento de todos. Además, esta temporada el siete se ha refrescado frente al gol y ya se sabe que la puntería es el mejor antídoto contra el cansancio.
En el tramo final, Raúl se expuso en tres dimensiones: cerró la gran jugada de Robinho en el tercer tanto, puso a Van Nistelrooy frente al gol en el cuarto y su espíritu mantuvo vivo al Madrid hasta el final, con el Mallorca al asalto de la meta de Casillas. Después de haber retorcido dos veces un marcador en contra, al agradecido equipo de Manzano le perdió su falta de prudencia final. No supo administrar su ventaja. Ballesteros se equivocó al escoltar a Raúl cuando la jugada demandaba que anudara a Van Nistelrooy y el emboque del holandés fulminó al conjunto isleño. Una vez más, el Madrid de las remontadas, el que lleva 15 victorias consecutivas en el Bernabéu, en siete de las cuales ha tenido el marcador en contra. Hoy tiene más fútbol que en la temporada pasada. Pero su fe es la misma. Nada que ver con su perezoso competidor azulgrana.
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