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Columna
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La izquierda emergente

Lo más parecido a un sarcasmo es designar como Esquerra Unida (EU) todo ese universo de sensibilidades, grupos y grupúsculos que, con los comunistas a la cabeza, se apilan a la izquierda del PSOE. Hay que ser un iniciado y tener paciencia para orientarse entre ese rompecabezas de formaciones y lidercillos, así como de los pactos puntuales o estratégicos que, todo al tiempo, cuartean y mantienen en precario dicho espacio partidario, sumido en estos momentos en una aguda crisis, quizá una más tan sólo dada su proteica naturaleza. Lo grave a nuestro entender es que, de no resolverse con acierto y oportunamente, puede producirse un mayor y acaso prolongado encogimiento de la presencia institucional de esta opción política que representa a un ancho segmento social, con la consiguiente merma democrática.

Para el propósito que nos anima podemos obviar o dar por reproducidos, como reza la jerga leguleya, la mención de los distintos sujetos y siglas minoritarias -todas sin excepción lo son- que animan este cotarro. Además, ello nos conminaría a especificar las diferencias entre unas y otras, lo que, debido a la irrelevancia de los matices, resulta imposible o deprimente por ser a menudo la consecuencia del inevitable personalismo que tanto abona la fragmentación de los partidos de izquierda, propensos a confundir el debate con el guirigay o la escolástica, o sea, con el arte "d'agafar la vaca pels collons", que diría Joan Fuster.

Ciñámosnos, pues, al episodio principal que ha significado la constitución del nuevo partido Iniciativa, que provisionalmente se inserta todavía en el marco de EU, pero cuya vocación no es otra que la de poner tierra de por medio con respecto al colectivo comunista y aproximar u homologar sus objetivos estratégicos con los del Bloc Nacionalista y los Verdes de Esquerra Ecologista. Una operación que se gestó como respuesta al abuso hegemónico practicado por el PCPV en el seno de la coalición aparentemente unidas; que se alienta con el fracaso electoral en Valencia causado principalmente por las reservas y arbitraria renuncia a participar en la plataforma denominada Compromís, y que, por último, se decanta de una obviedad que pocos proclaman, pero que resulta ineluctable: el PC es hoy un anacronismo cuya retórica aburre, el ceño de sus dirigentes distancia, solo conecta con minorías jubilares y, a la postre, parece más atento a no coincidir con el PSOE que a proponer alternativas al PP. Ahora se le ofrecerá la oportunidad de evaluar en las urnas la fuerza de su mensaje y la magnitud de su feligresía.

Por otra parte, pero simultáneamente, esta novedad sintoniza con el plan renove o refundación que Gaspar Llamazares, su coordinador, propone para el conjunto de Izquierda Unida, donde habrían de cobrar más relevancia los verdes y nacionalistas de izquierda, un proceso que ya se ha emprendido o consumado en Asturias, Euskadi y Cataluña, que por cierto enviaron sus representantes al reciente congreso fundacional de Iniciativa del Poble Valencià. No obstante, y al margen de lo que resulte de la pugna entre el mencionado dirigente y su antagonista, la valenciana Marga Sanz, para encabezar la candidatura en las elecciones legislativas de marzo próximo, la renovación de esta izquierda en el País Valenciano es ya un proyecto irreversible.

Irreversible, pero cuajado de preguntas que han de resolverse en la perspectiva de fletar una izquierda para el siglo XXI, como se postula en uno de sus documentos fundacionales y requiere el sentido común. Esta nueva formación cuenta con dirigentes bregados y experimentados en el exceso de doctrinarismo, la falta de pragmatismo y en la necesidad de que este nuevo partido sea un marco tanto para la creatividad como para la discrepancia dentro de las grandes coordenadas socialistas donde por sabido se tiene que priman el sector público en sanidad y enseñanza, el equilibrio territorial, el acceso universal a la información, la lucha contra todo signo de discriminación, el proceso de autogobierno y, en suma, prima el ejercicio de la solidaridad.

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