El peluquero de Camps
Contemplada a una cierta distancia -pongamos, por caso, desde Alicante-, la vida política valenciana se presenta cargada de matices propios, muy peculiares. Es probable que para el habitante de Valencia, o para el político que ha acabado por hacer su vida en la capital, estos aspectos pasen desapercibidos. Incluso es posible que, de advertirlos, no les diera ninguna importancia, y los considerase de una perfecta normalidad. Las capitales ejercen un efecto centrípeto muy acusado y cuanto en ellas sucede, acaba por juzgarse como habitual. El fenómeno no suele darse del mismo modo entre quienes, por vivir más alejados de los centros de poder, aún acostumbramos a mirar las cosas con una cierta ingenuidad.
Reparemos en dos sucesos recientes que, a mi juicio, explican el carácter que ha adquirido la vida política en la Comunidad Valenciana, desde hace algún tiempo. Uno es la inasistencia del consejero García Antón a una reunión de las Cortes valencianas; el otro, la exposición del peluquero Tono Sanmartín que puede verse estos días en el IVAM. Son dos hechos sobre los que la prensa ha informado sin que hayan producido ninguna reacción, que sepamos, entre la opinión pública. Examinemos ambos con algún detalle.
Veamos el incidente protagonizado por el consejero García Antón en las Cortes valencianas. El pasado miércoles, García Antón debía comparecer ante la comisión de Medio Ambiente para explicar las medidas que su consejería había adoptado tras el incendio de L'Alcalatén. El consejero no acudió a la cita, y los parlamentarios se quedaron esperándole en vano. Como consecuencia del incidente, se produjo el habitual cruce de acusaciones y desmentidos entre el gobierno y la oposición. Olvidémonos de ellos, pues no tienen la menor importancia en el asunto. Lo relevante en el caso, a mi juicio, es la causa que esgrime García Antón para justificar su ausencia: el consejero debía asistir a un foro organizado por la patronal de la construcción. Entre el Parlamento, representación del pueblo, y la patronal de la construcción, García Antón tiene claro donde están sus obligaciones.
Días atrás se inauguraba en el IVAM una exposición de peinados -esculturas de cabello, en los programas- de Tono Sanmartín. No es usual que un peluquero presente sus obras en el IVAM. Mucho menos que este peluquero sea el estilista del presidente del gobierno, Francisco Camps. Como la inauguración contó con la presencia de la consejera de Cultura, Trinidad Miró, deberemos atribuir al acto un carácter oficial. Es curioso anotar que la exposición de un peluquero en el IVAM no ha suscitado ninguna reacción adversa. Por lo visto, se considera natural que el museo organice exposiciones de esta clase. Incluso, hay quienes piensan -así lo he leído- que gracias a ellas, Valencia se asemeja cada día más a Londres o Nueva York.
Al margen de cuestiones artísticas, que el peluquero del presidente del gobierno exponga sus peinados en el primer museo de la Comunidad no es un hecho baladí. ¿Cuántos presidentes de un gobierno regional -no hablaremos de nacionales, por no exagerar- mostrarían una disposición semejante? Entre nosotros, sin embargo, la acción se ha producido con una absoluta conformidad. En la política valenciana, hemos llegado a un punto donde lo público y lo privado se entremezclan con desenvoltura, sin que nadie parezca escandalizarse por ello. ¡Admirable país!
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