El triunfo del surrealismo pop
Víctor Castillo lidera la escuela artística más desprovista de prejuicios
"Cuando empecé a pintar en Chile, lo que yo hacía, muy influenciado por la estética pop, era considerado una soberana estupidez. No ha sido hasta hace tres o cuatro años que allí, y en cierto modo, en España, se ha empezado a valorar como arte de verdad este tipo de pintura", declara Víctor Castillo, chileno afincado en Barcelona desde hace tres años. Llegó invitado por el festival BAC (Barcelona Acció Cultural) y decidió quedarse. "La acogida ha sido fantástica". Esto mismo le está sucediendo a otros artistas de similar código postal y parecidos referentes creativos.
La ilustradora de origen colombiano Catalina Estrada o el catalán Sergio Mora empiezan a sacar la cabeza en el mercado internacional con una propuesta que se ha etiquetado como surrealismo pop (pruebe a sumar al dibujante Tex Avery con Andy Warhol o los postulados de Duchamp). Un credo para descreídos que se roza con el concepto de la lowbrow culture (cultura de perfil bajo, en contraposición a la alta cultura), que nació en Los Ángeles a finales de los setenta, y fue recuperada en 1994 por la biblia del arte underground, Juxtapoz.
Víctor Castillo es hijo de la primera mitad de los setenta, del cómic, de Mazinger Z, del pop como cultura casi clandestina en una sociedad marcada por la autarquía y la violencia inherentes a una dictadura. Creció en un barrio que él recuerda como "muy bravo". Su obra toca la pintura y la ilustración y asume sin complejos los referentes clásicos de lo que se ha llamado el pop surrealista, sobre todo en su vertiente más sangrienta y política. Violencia en colores primarios.
Explicit Lyrics es su nueva serie, una colección de pinturas, maquetas y esculturas que presentó ayer en la galería barcelonesa Iguapop y que podrá verse hasta el 24 de noviembre. Lo de letras explícitas viene de la etiqueta que Tipper Gore, esposa de Al Gore, propuso colocar en los álbumes de rock que pudieran ofender. "Es pintura explícita, lírica explicativa. Trata de una revolución que hemos perdido y que nos conduce a la antievolución. Los niños están muy presentes. Pero son niños que graban palizas con el móvil, que juegan sólo a juegos de destrucción. Godzilla es una influencia y también los trabajos más oscuros de Goya", comenta Castillo. Si el aragonés motiva al chileno, las obras de Manuel Ocampo fueron su primer contacto con el universo lowbrow. "Sería estúpido intentar negar mi relación con el movimiento. Para mí, la obra de Mark Ryden, los hermanos Clayton o Manuel Ocampo fue vital para definir mi estilo. La primera vez que vi sus trabajos en Internet me di cuenta de que aquello era algo que yo podía hacer". Lo cual nos recuerda que el pop surrealista es, tal vez, la primera corriente artística universalizada en la Red.
La fiebre que se contagió en Internet
Desde la coincidencia el año pasado en Barcelona de las exposiciones de dos popes del surrealismo pop, Tim Biskup y Gary Baseman, esta corriente ha crecido en España sin parar. Galerías madrileñas como Soledad Lorenzo han expuesto desde entonces obras cercanas al estilo (Jorge Galindo), mientras que Iguapop ha promocionado a talentos radicados en Barcelona, como Catalina Estrada. Otro miembro de la escudería, Sergio Mora, ha expuesto ya en Roma, Lisboa o Berlín.
La Red se ha demostrado infalible para extender el movimiento. Las sites de Joe Coleman (www.joecoleman.com) o los hermanos Clayton (www.claytonbrothers.com) son espectaculares. El blog de Kirsten Anderson (www.myartspace.com/ blog) sirve como primera aproximación, y el escritor e ilustrador Marc Frauenfelder ha creado un motor de búsqueda dedicado al género (rollyo.com/frauenfelder/pop_surrealism).
Biblias de lo inculto
Pop surrealism (Last Gasp, 2004) fue el primer gran intento de poner puertas al campo del pop surrealista. Está coordinado por Kirsten Anderson, propietaria de Roq la Rue, una galería dedicada al tema. "Lo iba a tirtular Lowbrow [Poco culto]", recuerda Anderson desde Seattle, "pero muchos artistas dijeron que no aparecerían en tal caso. Lo cambié por Pop surrealism. Ambos conceptos son muy parecidos y combinan referentes de maneras similares, aunque tal vez el surrealismo pop posea un carácter más accesible y un sentido del humor de que lo que sería el lowbrow, que es menos comprensible desde el punto de vista académico, más sucio, menos basado en el talento". Libros como Weirdo deluxe, de Matt Dukes Jordan, ahondan en la polémica, presentando ambos términos como indisociables y expulsando a ciertos surrealistas pop por "demasiado talentosos".
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