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Las obras en 40 kilómetros de la CV-35 están paradas desde junio

Escalones laterales, conos y desvíos trazan la vía de Paterna a Losa del Obispo

El trayecto desde Valencia a Losa del Obispo, a 53 kilómetros, se prolonga casi una hora. A partir del kilómetro 8 de la CV-35 empiezan a aparecer las bandas sonoras que alertan a los conductores de posibles retenciones. Apenas dos kilómetros más allá, la conexión entre la CV-35 y la circunvalación de Valencia, la V-30, es la última salida en condiciones de la pista de Ademuz hasta Losa del Obispo, salvo el acceso a Benisanó, en el único tramo donde aún no han comenzado las obras. Las obras arrancaron en febrero de 2007, tienen un presupuesto de 450 millones de euros y están a cargo de Autovía del Turia, una UTE constituida por Sacyr, Nagares y Secopsa. Se ejecutaron a un ritmo frenético hasta finales de mayo, en plena campaña electoral de las autonómicas donde el PP revalidó su mayoría absoluta. "Trabajaban las 24 horas del día", recuerda ahora un usuario habitual de la vía. "De noche se veía lleno de focos y máquinas: parecía un paisaje lunar". Ya no. Las obras se detuvieron sin más a principios de junio.

En la vía no hay una asfaltadora ni una niveladora ni una apisonadora

Un portavoz de la Consejería de Infraestructuras asegura, sin embargo, que "se ejecutan en plazo" y deberán entregarse "en diciembre", de lo contrario se tomarán medidas. Pese a la advertencia, a lo largo de los 40 largos kilómetros que separan el Parque Tecnológico de Paterna y Losa del Obispo, ayer, no era visible una sola máquina ni asfaltadora ni apisonadora ni niveladora.

Solo circulaba una solitaria furgoneta de conservación de Sacyr-Nagares-Secopsa. Aunque, hasta Losa del Obispo no haya nada que conservar.

La ruta la trazan una sucesión de reflectantes que dibujan, a la derecha, los límites de un escalón lateral. A la izquierda, el límite de la carretera está pintado de amarillo, no hay ni un milímetro de arcén. Las sucesivas salidas hacia San Antonio de Benagéber, Bétera, L'Eliana y todas las urbanizaciones que se concentran en los márgenes de la carretera son provisionales. A veces están trazadas con bloques de goma rojos y blancos. Otras, los conductores tienen que adivinar el acceso. Los rótulos provisionales, amarillos y pequeños, son únicos. A plena luz del día y a poca velocidad se puede acertar.

Cuando la vía se acerca a Benisanó, se disfruta de cuatro kilómetros de aparente normalidad. Es un espejismo. Al llegar a Llíria la ruta se estrecha a un carril. Ya no son obras de ampliación, sino de desdoblamiento. Y en parte están ejecutadas. De modo que para salir de Llíria hay que cruzar dos carriles nuevos de una falsa carretera que se prolonga apenas unos cientos de metros. Muchos de los accesos son abruptos, en ángulo recto sobre la vía de doble sentido y que se prolonga desde Llíria hasta Losa del Obispo.

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La carretera discurre paralela a su gemela en construcción, un nuevo barranco, a veces asfaltado a veces no, que complica todos los accesos desde el oeste. De pronto hace una curva de noventa grados y la vía se convierte en una rotonda irregular con hasta cinco salidas. La ¿reincorporación? a la CV-35 incluye otra curva muy abrupta señalizada a 20 kilómetros por hora. Lo mismo en Bugarra y en Losa del Obispo. Y lo mismo durante los últimos cuatro meses para exasperación de los usuarios.

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