El debutante sin freno
Nada hacía suponer que Lewis Hamilton, de 22 años, deslumbrara en su estreno desde la primera carrera
Pese a lo ocurrido ayer, todo el mundo ensalza el talento de este debutante que ha puesto boca abajo el Mundial. Pero su talento no surgió de la nada, de la intuición personal. Tenía condiciones para convertirse en un buen piloto, pero para alcanzar la cumbre tuvo que desarrollar un duro trabajo físico y mental. Lewis Hamilton tiene 22 años. Acaba de empezar. Sin embargo, tras su estela de chico educado y con cara de no haber roto nunca un plato, se esconde una persona dura, de un perfil psicológico tan fuerte que es capaz de llegar al cinismo sin inmutarse.
"Puede seguir la estela de Senna y Schumacher", asegura Jackie Stewart, campeón mundial en tres ocasiones (1969, 1971 y 1973). De momento, se sabe de él que en el año de su debut ha sido el primer compañero de equipo que capaz de romper los esquemas de un doble campeón mundial, Fernando Alonso. ¿De dónde ha sacado el británico tanta fuerza? "Era un campeón con los coches teledirigidos y cuando se subió por primera vez a un kart, me di cuenta del talento que atesoraba. Tenía sensibilidad y tacto", confesó Anthony, su padre. Pero a los 10 años, Hamilton ya demostró hasta qué punto estaba dispuesto a luchar por lo que quería.
En una carrera se dirigió a Ron Dennis y le dijo. "Señor Dennis, un día me gustaría conducir uno de sus coches de F-1", le dijo. "Gana el campeonato inglés de karts y hablaremos de ello", respondió el patrón. Aquel encuentro fue crucial en la vida de Hamilton. A los 13 años necesitaba dinero con urgencia, porque los múltiples trabajos que realizaba su padre no aportaban los recursos necesarios. Y entonces, llegó la llamada de Dennis. Los dos habían cumplido su palabra.
Y gracias al acuerdo a que llegaron, Hamilton encontró la mejor fuente de financiación para su carrera. Allí comenzó una relación casi paternal entre Lewis y Ron. "Le prepararon muy bien incluso en el aspecto mental", opina Pascal Vasselon, director del equipo Toyota. "No es el piloto más rápido, pero tiene una confianza en sí mismo que le permite sacarse ases de la manga cuando está subido a un coche", agrega Frederic Vasseur, que le dirigió en la F-3 y en GP2.
"Es un piloto muy fuerte de cabeza", asegura Kerry Spackman, un neozelandés doctorado en neurología, que ha trabajado cuatro años con Hamilton. "Intenté que mecanizara las reacciones ante los impactos más fuertes e imprevisibles que podía recibir su cerebro. Le inculqué que conducir un F-1 era como ser perseguido por un tigre. Está en un medio que amenaza su vida, en el que recibe emociones muy fuertes e imprevistas, pero en el que debe reaccionar con la frialdad de un ajedrecista, calculando las tres jugadas siguientes".
Hamilton lo asimiló. Supo manejar aquello igual que a los 12 años había hecho comprender a su madre, Carmen Lockhart, separada ya de Anthony, que no podía apartarle de su padre porque su pasión eran los coches. "Se me partió el corazón, pero comprendí que aquello era lo mejor para él", reconoció Lockhart. Cuando llegó el momento de explotar su talento sobre un McLaren, en su cabeza no existían dudas sobre su capacidad. Se veía capaz de todo. Y lo demostró desde la primera carrera hasta la salida de ayer.
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