Barcelonas
Así se titulaba un libro de Manuel Vázquez Montalbán aparecido en 1987 (Editorial Empúries), y no parece mala idea estrenar esta columna de recomendaciones culturales bajo su advocación. Manolo escribió esta carta de amor a la ciudad poco antes de la cita olímpica, mientras constataba que la vieja dama iba perdiendo muchos de sus antiguos encantos. Tuvo el escritor una mala relación con la Barcelona olímpica, -especialmente con la torre de Norman Foster, plantada junto a su casa y que producía desagradables interferencias en su televisor-, pero pasados los años acabó por reconciliarse.
- Un buen sistema para asimilar gradualmente los cambios urbanos y amortiguar la sensación de expolio de los vejos paisajes es acercarse a la exposición de los finalistas de los premios FAD (plaza dels Àngels, 5). De los 56 proyectos arquitectónicos, paisajísticos y de interiores realizados en España y Portugal el año pasado saldrán los ganadores de la convocatoria de este año, que se darán a conocer el próximo jueves. Entre las seleccionadas hay obras ciertamente espectaculares, como el Parc de Recerca Biomèdica, de Manuel Brullet y Albert Pineda, el edificio corporativo para Indra en el 22@, obra del estudio B720, y el parque arqueológico de las Minas de Gavà, de Feixes, Miranda, González, Bou. Pero yo me quedo con proyectos más humildes, que zurcen la Barcelona vieja con la nueva, como las viviendas entre medianeras de la calle de Provença, de Jon Montero, o el hotel So.Ho de la Gran Via, de Alfredo Arribas. Aparte de que uno siempre encuentra entre las obras expuestas alguna que satisface su punto cotilla. En esta ocasión es la casa de la escritora Núria Amat en Tamariu, de Jordi Garcés. Nada que envidiar a la de Curzio Malaparte en Capri.
- También hay muchas Barcelona en Barcelona (un mapa), imprescindible película de Ventura Pons recién estrenada. En un melancólico piso del Eixample, habitado por personajes al borde de la desesperación, se cuelan a través del recuerdo diversos rinconces urbanos. Salen una madre y un hijo a quienes únicamente les une un deseo irreprimible de gritar cada vez que pasan por delante del templo de la Sagrada Familia y una pareja que empieza a repasar todo lo que quemaría de la ciudad: la plaza de Catalunya, la torre Agbar, la Monumental... "¿Y el Liceo?", pregunta ella. "No, el Liceo no, que luego lo reconstruyen igual al de antes. No vale la pena", contesta él.
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