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Reportaje:

31 años de evolución

El diseño del primer número de EL PAÍS ya fue revolucionario. Y no ha dejado de transformarse desde entonces

La primera página del primer periódico, la del 4 de mayo de 1976, fue toda una declaración de intenciones. Los diarios españoles que más vendían (Pueblo, Informaciones, Ya...) presentaban grandes titulares y fotos en sus portadas. El formato con el que irrumpía EL PAÍS, representado en esa primera página con la (única) foto -pequeña, además- del por entonces ministro de Asuntos Exteriores, José María de Areilza, supuso una revolución. El diseño sobrio, seco, organizado, con mucha letra, venía a refrendar gráficamente el lema de la campaña de la salida del periódico: "EL PAÍS, da que pensar".

Bajo las órdenes del director Juan Luis Cebrián, la organización de las páginas corrió a cargo del alemán Reinhard Gäde, que por entonces se encontraba al frente de la maquetación de la Revista de Occidente, y de Julio Alonso, el primer responsable de la confección de EL PAÍS.

"Por la formación de Gäde, de la Bauhaus, el diseño se supeditó a la función. El fin determinó la forma. Se trataba de no gritar, de informar. De ahí el modelo cuadrado, ordenado, que se podía leer de una vez", recuerda Alonso.

"Fue algo rompedor, rupturista, buscado. En contra de lo que se llevaba, EL PAÍS optó por un diseño elegante, de titulares pequeños", recuerda Javier López, miembro fundador del periódico y actual redactor jefe de Confección.

"La gente decía que era un poco tocho, un poco ladrillo. Pero a los diseñadores y profesionales del diseño les encantaba por lo limpio y ordenado", comenta Ángel Sánchez Harguindey, también miembro fundador del periódico.

"Nos impusimos muchas reglas a nosotros mismos. Por ejemplo, los titulares informativos iban en bandera [alineados a la izquierda, pero no a la derecha] porque así transmiten más tensión. Los de opinión, centrados, porque así van más equilibrados", recuerda Alonso. "Nos pusimos muchas reglas, sí, pero, como pasa muchas veces en periodismo, nos tuvimos que saltar una de ellas en la noticia que abría el primer número: la crónica del corresponsal de Bruselas no llenaba la caja que tenía asignada, y con las prisas y la locura de ese cierre, tuvimos que agrandar el cuerpo de la letra del texto: así es más grande que el del editorial de abajo o que el de las noticias de los lados".

¿Y la cabecera? ¿Y el acento escamoteado? "Pues se decidió que no tuviera acento, entre otras razones, por un impedimento: por entonces las matrices de las mayúsculas no tenían acentos. El apellido del director, Cebrián, sale en mayúsculas en el primer número sin acento, porque no podíamos ponérselo. Así que era un contrasentido salir con el grabado de la cabecera con acento y con el resto de las mayúsculas del periódico sin él", recuerda Alonso.

Las páginas interiores repetían las pautas de la primera página: mucho texto, pocas fotos y pequeñas, y un orden estricto y modular que revolucionó la manera de leer periódicos: por entonces no era raro que las noticias culebrearan de una página a las siguientes, adoptando formas caprichosas y serpenteantes. El sistema de cajas de EL PAÍS acabó con esto. Era la primera vez que las noticias y la publicidad se distribuían por el mismo sistema de módulos, lo que ayudaba a diferenciar una y otra.

Para potenciar la claridad, cada noticia moría en su caja correspondiente. No había pases de página. Se acabó el saltar de un lado a otro en búsqueda del hilo de la lectura. "Tal vez lo que más caracterizaba a EL PAÍS era su legibilidad. Era más fácil de leer que los demás", asegura Juan Fermín Vilches, que también participó en la creación del diseño de los primeros números.

Juan Cruz, miembro fundador del periódico, subraya que otra de las características principales del diario fue la jerarquía. "Y desde entonces ha sido siempre una constante. No hay ninguna página en la que no haya una noticia que no domine sobre las demás. Y aún ahora es común escuchar en la redacción, cuando alguien quiere criticar una página, eso de '¿Qué tema manda aquí?", asegura Cruz.

Cinco meses después del primer número, el domingo 3 de octubre, sale a la calle el primer ejemplar de El País Semanal. En un principio tenía el mismo tamaño del periódico. Sin embargo, la baja calidad de la impresión de las fotos obliga a cambiar el formato y se adopta un tamaño más pequeño.

Son aún tiempos de máquinas de escribir y folios pautados con copias hechas con papel carbón. Cada folio contiene 30 líneas que en la página del periódico se convierten en 60. Aún hoy, 31 años después, en la redacción se suele hablar de "un folio" o "medio folio" al referirse a la extensión de determinadas noticias. Aunque las generaciones más jóvenes prefieren usar el contador de palabras de Word.

En 1981, EL PAÍS incorpora el sistema informático Atex, y esto permite flexibilizar algo el diseño. Poco a poco, año a año, los titulares van aumentando de cuerpo (aunque nunca demasiado), y las fotos, aunque con timidez, ganan espacio en la página. Con todo, muchas de estas fotografías son simples retratos de archivo que sirven, exclusivamente, para alegrar gráficamente la página.

Por otra parte, los distintos suplementos temáticos (Artes, Libros, Futuro...) permiten a los diseñadores experimentar nuevos formatos que en ocasiones saltan a las páginas del diario. De cualquier manera, EL PAÍS sigue caracterizándose por una contención en el tamaño de los titulares y un predominio del modelo noticia, con entradilla y redacción muy clara y concisa.

La ganancia en calidad de la reproducción de las fotos, el salto digital, la llegada del color, las sucesivas mejoras técnicas e informáticas acarrean una ininterrumpida evolución. En los años noventa desaparecen los lutos, esto es, las líneas separadoras que encabezaban una noticia. Enrique Palacios, jefe de sección de Confección, lo resume así: "Se trataba de limpiar, de dar aire a la página". Basta comparar dos páginas separadas por una década para constatar lo obvio: "Siempre se ha evolucionado. Hemos ido aplicando un cambio continuo al periódico", explica Manuel Fuentes, también jefe de sección de Confección.

Y sin embargo, el periódico que llegará al quiosco el domingo que viene irá un paso más allá. Por primera vez se cambiará la tipografía, desaparecerán las entradillas, las fotografías adquirirán aún mayor relevancia, se llenará de color, nacerá una nueva página de opinión, se modificará el orden de las secciones... Todo con el propósito, otra vez, de responder al eslogan. Hace 31 años fue "Da que pensar". Ahora es "Querer comprender".

Hay cosas que se mantienen: cinco columnas, titulares contenidos o separación evidente entre opinión e información.

Julio Alonso, el hombre que diseñó el primer número, está deseando ver el nuevo. "Hay que cambiar. Por una razón evidente: el mundo que nos rodea cambia".

CAMBIO CONSTANTE

EL 4 DE MAYO DE 1976 salía a la calle EL PAÍS. La primera página (arriba, a la izquierda) presentaba un diseño tan contenido como novedoso.

La portada del centro corresponde al 28 de febrero de 1995 y en ella es visible la evolución del diseño.

La página de la derecha, de noviembre de 2002, correspondiente al hundimiento del Prestige, ilustra una modificación: la inclusión del color, que tomó cuerpo por primera vez el 27 de septiembre de 1998.

La doble página de abajo, de octubre de 1977, representa una época del diseño del periódico: titulares contenidos, pocas fotos, mucho texto y jerarquización en la disposición de las diferentes noticias.

EL ÚLTIMO SALTO

A LA IZQUIERDA, una página de la sección de Deportes de junio de 1998. Corresponde a la eliminación de la selección española del Mundial de fútbol. Las fotos, aún en blanco y negro, ya han adquirido mayor relieve. Al lado, una doble página de la sección Nacional que ilustra el diseño del nuevo periódico: la foto se apropia de la siguiente página y existen llamadas y varios apartados. La entradilla, una constante a lo largo de 31 años, desaparece.

Abajo, dos ejemplos más de la novedosa maquetación de EL PAÍS que estará el próximo domingo en el quiosco: una página de la reformada sección de Opinión, con la nueva disposición de los editoriales, y otra de Cultura.

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