Acaramelado regreso de Ronaldinho
El brasileño reaparece y el Barcelona consigue una plácida victoria en Stuttgart
Reapareció Ronaldinho y resultó un bombón en un partido excesivamente acaramelado por más lesionados que cayeran del bando del Barça. Perdió fuerza el fútbol y ganó presencia el juego, una imagen que remitió más a los partidos de la temporada pasada que a los de la actual, sin que la presencia del brasileño sea necesariamente la explicación al cambio de muda apreciado en el Barcelona ni cuestione la rotundidad de su triunfo.
STUTTGART 0 - BARCELONA 2
Stuttgart: Schäfer; Osorio (Marica, m. 63), Tasci, Fernando Meira, Boka; Hilbert, Pardo, Farnerud (Magnin, m. 75), Kedhira (Meissner, m. 75); Gómez y Cacau. No utilizados: Langer, Beck, Gledson y Ewerthon.
Barcelona: Valdés; Oleguer, Márquez (Puyol, m. 6; Sylvinho, m. 64), Thuram, Abidal; Iniesta, Xavi, Deco; Messi, Ronaldinho (Bojan, m. 81) y Henry. No utilizados: Jorquera, Gudjohnsen, Giovani y Crosas.
Goles: 0-1. M. 53. Xavi bota un córner, Ronaldinho cabecea, Mario Gómez despista al portero y Puyol marca. 0-2. M. 66. Messi aprovecha un centro de Henry desde la derecha.
Árbitro: Martín Hansson (Suecia). Amonestó a Messi.
Unos 55.000 espectadores en el Gottlieb-Daimier de Stuttgart.
La mayoría de las circunstancias, en cualquier caso, provocaron una sensación de déjà vu. La alineación, el retorno del gaucho, la formación de los tres pequeños en la divisoria, la flaqueza del rival y la mansedumbre de los delanteros azulgrana mezclaron suficientemente para que el encuentro se desmarcara de la bravura exhibida por los barcelonistas en la Liga. La de anoche fue una jornada de guante blanco después de muchas tardes de esfuerzo por poner al equipo en una dinámica ganadora.
Ronaldinho saltó de la camilla a la cancha sin pasar por el banquillo. A juzgar por la decisión del entrenador, a los reyes del fútbol se les pone o se les quita, nunca se les rebaja a la condición de suplentes aunque sea para no devaluarlos. El acomodo del brasileño en la alineación provocó un sorprendente efecto dominó del que salió trasquilado el capitán, Puyol. Rijkaard tomó una decisión nada natural o, al menos, poco respetuosa con el actual ecosistema porque por un lado subrayaba la jerarquía de los jugadores de la segunda línea y por otro daba entrada al brasileño por el lesionado Touré. Quitaba a un pivote defensivo y ponía a un delantero al tiempo que Márquez se mantenía de central para alargar la línea de vida del plantel en compañía de Thuram y en perjuicio de Puyol y del maltrecho Milito.
Así que Ronaldinho mantenía su estatus, como si nada hubiera mediado desde su salida ante el Lyon, y jugaban los peloteros de toda la vida. Ante un equipo ligero y atrevido como el Stuttgart, organizado alrededor de un rombo en la medular, tal que fuera el Zaragoza, el Barcelona proponía un partido muy abierto, de ida y vuelta. Muy esmerado en su juego, el Barcelona impuso su rondo nada más comenzar, con Iniesta de mediocentro, Messi desbordando por la derecha y Ronaldinho exigido como extremo izquierdo mientras Henry abría huecos como ariete para la llegada de los medios. Deco, por ejemplo, remató al palo cuando sólo se contaban cuatro minutos. Hasta que se retiró Márquez. La lesión del mexicano fue tan comprometedora para el entrenador como para el equipo porque incidió en la flojera defensiva -Milito, Zambrotta, Márquez, Touré y también Puyol se han caído- y en el juego colectivo.
Los azulgrana perdieron equilibrio y consistencia, de manera que volvieron a conceder ocasiones y a cambio se cegaron ante la portería de Schäfer. Valdés estuvo espléndido en dos remates de Mario a quemarropa y Farnerud no supo acompañar la pelota en la raya de gol. Messi, Ronaldinho y Henry se anudaron las piernas más que las botas. Jugaban de manera demasiado barroca, remataban excesivamente confiados, como si la delantera hubiera perdido malicia y se hubiese contagiado de la benevolencia de Ronaldinho, incorregible, porque se fue separando de la banda para acercarse al centro según avanzaba el partido.
Necesitó el Barça de la épica de Puyol para vencer al Stuttgart a la salida de un córner botado por Xavi. El gol actuó como un sedante en un partido ya muy plácido. Los azulgrana remacharon el resultado con un tanto de Messi, que necesita dejar recado en cada partido, por manso que sea, y el campeón alemán se desfondó de mala manera, incapaz de buscar las cosquillas al contrario. Muy alejado del grupo salvaje que en su día armó Magath, el Stuttgart es hoy muy poca cosa para medir el efecto Ronaldinho en el Barça de Messi. Habrá que regresar a la Liga y batirse con equipos como el Atlético para saber el alcance de la recuperación del gaucho, que se esmeró por no jugar un partido distinto al del equipo y ofreció detalles técnicos y movimientos estimables hasta ser sustituido como ya es costumbre.
No fue protagonista ni para bien ni para mal, sino que jugó para mantener su condición, con independencia del puesto que ocupe en la alineación y también el del equipo. Acaso el Barça de ayer fue más dulzón con Ronnie en la cancha. Más que en los delanteros, en cualquier caso, el problema del Barça está en los centrales, que se caen como moscas con independencia del partido, ya sea duro o blando como el de Stuttgart.
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