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Reportaje:

Un 'thriller' ruso con sangre real

La esposa de Litvinenko recrea la muerte del disidente y pide justicia

La trama supera posiblemente el mejor trabajo de John Le Carré: un espía supuestamente traidor a la nueva Rusia imperial muere lentamente tras el estallido de una microbomba-atómica en forma de polonio tras cenar en Reino Unido bajo la teórica protección de su majestad, humillada ante el mundo. No se trata de un guión cualquiera, porque de sus páginas brota sangre muy real: los autores del thriller son la esposa del misterioso espía de ojos azules y su mejor amigo. Y el muerto se llama Alexander Litvinenko.

"El régimen de los neo-KGB es mucho peor que el antiguo comunismo", afirma la viuda del espía

Alex Goldfarb, disidente soviético que huyó a Nueva York en los años setenta y buen amigo del hombre que murió envenenado a cámara lenta con el mundo entero como horrorizado testigo, y Marina Litvinenko, la esposa del desdichado espía y madre de su único hijo, han escrito casi como si de una novela se tratara la crónica de un crimen propio de la guerra fría en tiempos del supuesto fin de la historia.

El relato, Muerte de un disidente. El envenenamiento de Alexander Litvinenko y el regreso del KGB (Taurus), se presenta estos días en Madrid y describe una memorable y trágica historia de acción que también aspira a retratar el resurgimiento del imperio ruso bajo la bandera del nacionalismo y la dirección entre bambalinas de los antiguos camaradas del KGB y su sucesor "democrático", el FSB.

"La democracia ha quedado completamente finiquitada en Rusia; ahora mandan los antiguos espías, que han buscado en el fascismo y en el imperialismo su andamiaje teórico", explica Goldfarb, que desmenuza todo tipo de datos -como la reciente designación de Víktor Zubkov como primer ministro- para dar mayor credibilidad a una afirmación tan gruesa. "El régimen de los neo-KGB es mucho peor que el antiguo régimen comunista", añade Marina Litvinenko, que exhibe unos modos tan educados que ni siquiera eleva el tono de voz ante acusaciones de tan alto calibre.

Alex y Marina viven ahora para contar al mundo su verdad sobre el caso y propagando su particular "homenaje a Alexander" a través de este libro. Pero cada uno pone el acento en el campo que más le interesa. Ella, en tratar de esclarecer lo ocurrido -le parece claro: Putin ordenó quitar de enmedio a un hombre que sabía demasiado, y utilizó para ello a un sicario llamado Andréi Lugovói-, pero sobre todo en lograr que los responsables paguen por ello. Él va más allá: contar la deriva "fascista" de su país con el fin último de que Rusia recupere la "senda democrática" y recorra el camino desandado por Putin. No hay trampa ni cartón: Goldfarb trabaja a tiempo completo para Borís Berezovski, el oligarca que aupó a Putin a su puesto, que luego cayó en desgracia y que desde el exilio lucha para acabar con el régimen. Para él trabajaba también Litvinenko.

Su análisis compartido de la Rusia de Putin elimina cualquier esperanza de cambio democrático en las elecciones del año que viene: "Sin prensa libre, no hay nada que hacer; lo único que está en juego es qué clan de espías se impondrá sobre el otro", sostiene Goldfarb, que recurre al agrio sarcasmo para comentar la promoción de Lugovói como candidato del Partido Liberal Democrático (PLD), dirigido por el ultra Vladímir Zhirinovski: "En la Rusia actual, para hacer carrera política hay que acreditar algún crimen o acumular acusaciones de potencias occidentales".

Marina lucha, sin embargo, para escapar del sombrío fatalismo de su amigo. Conserva un hilo de esperanza y está dispuesta a darlo todo para que este thriller que rebosa sangre de verdad tenga el final feliz que nunca firmaría Le Carré.

Marina Litvinenko y Alex Golfarb, autores del libro Muerte de un disidente.
Marina Litvinenko y Alex Golfarb, autores del libro Muerte de un disidente.GORKA LEJARCEGI

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