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Columna
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De himno, metrópolis y CdC

Una de las cosas que preocupan del ejercicio político es el uso del tiempo. Todo el que se dedica a banalidades o a enrollarse en asuntos que deberían ser de lógica común se sustrae a la clarificación del proyecto y a la expresión de la idea. Unos y otros se enfadan, o así parece, y luego cuesta sintonizar de nuevo. La polémica en torno al aprendizaje temprano del himno en las galescolas parece una pérdida de tiempo mientras se elude el tema de fondo, que es la salud social de la lengua. No es la situación del gallego escrito ni su plena normalización en el ámbito escolar y administrativo, ni siquiera en el uso político, donde se ha hecho y se sigue haciendo mucho.

Lo alarmante es comprobar cómo el abandono del mundo rural y el imparable proceso de urbanización y desgalleguización de las ciudades llevan a una paulatina depauperación de la lengua hablada. La cuestión a plantearse desde todas las ópticas posibles es qué pasa para que esto sea así. Creo que en parte se debe a nuestra tendencia a dejar en manos de los órganos de gobierno una cuestión que es patrimonio colectivo y de la que ninguno podemos hacer dejación lícita. ¿Qué va a ser del gallego? ¿Será la nuestra una generación que, a pesar del esfuerzo en términos institucionales y administrativos, deje que la lengua se convierta en un fósil cultural y en una liturgia?

Si atendemos a lo que ha trascendido en los medios, el problema metropolitano se ha enredado por el número de municipios que lo han de componer, el modelo de funcionamiento o las competencias, cuando lo importante es la filosofía. No consiste en crear un nuevo ente administrativo que compita con la autonomía o con otras áreas metropolitanas, sino un órgano político que coopere en lo local y lo regional y compita en lo global. En la metrópoli cada municipio pierde libertades pero gana capacidades.

El reto de la gobernación metropolitana no es tanto resolver las dificultades de cooperación entre los ayuntamientos o con otras administraciones sino la capacidad para engendrar una idea matriz que permita mantener el motor encendido. Esto exige un consenso permanente. Entre otros objetivos, debe equilibrar las fuerzas centrípetas que tienden a concentrar lo más importante en la ciudad capital con las fuerzas centrífugas que tienden a expulsar población hacia los municipios limítrofes, con la consiguiente pérdida de fiscalidad. Debe producirse una voluntad bilateral de descentralizar servicios y equipamientos de la capital y al mismo tiempo practicar en los municipios circundantes un urbanismo que no compita deslealmente, por su flexibilidad, con las exigencias de aquella.

Por eso, más allá de ser un ente que se especialice en los problemas derivados de la mala ordenación del pasado, como los de servicios o movilidad, el área metropolitana tiene que ir por delante para resolver las cuestiones de planeamiento e infraestructuras en las que apoyar el crecimiento. Vivienda y suelo industrial vinculados al sistema viario se convierten en los goznes del ente metropolitano. Como la mano inversora y reguladora es fundamentalmente autonómica, corresponde a la Xunta con su presencia en los órganos metropolitanos ayudar a la cooperación entre municipios, aprobar planeamientos complementarios e implantar infraestructuras inteligentes.

En cuanto a la Cidade da Cultura, es normal que se sigan expresando opiniones enfrentadas. Tardías las que plantean opciones drásticas respecto a su potencial inmobiliario: que si venderla, que si dedicarla a sede administrativa... Ya no es el momento de debatir el proyecto de la Ciudad de la Cultura, sino el de echar a andar la cultura de la ciudad y decidir quiénes van a ser las personas responsables de idear, gestionar y compartir con toda Galicia y el resto del mundo lo que el complejo intenta ser. Parece, en cambio, que el esfuerzo mayor va a volcarse en una comisión de investigación donde, a pesar de la unanimidad en seguir adelante con el proyecto, todos se van a inculpar mutuamente y harán difícil sacar algo en limpio. Cuando la justicia ya ha tomado cartas en el asunto, iniciar el curso político con esta cuestión parece otra pérdida de tiempo.

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