La vida sin guionista
No tener guionista es otra de las incomodidades de la vida. Sin ellos nunca se te ocurrirá enseñar a silbar a Bogart como hacía la Bacall en Tener o no tener ni el "nadie es perfecto" con que el personaje de Joe E. Brown persistía en sus ganas de casarse con la señorita Jack Lemmon en Con faldas y a lo loco. Por eso mismo, desafiar a unos invitados, aunque sean actores, a ser ocurrentes un largo rato, a atizar frases relampagueantes en situaciones imprevistas es proponerles una hazaña imposible. Éste es, al mismo tiempo, el reto y el problema de Por fin has llegado, que debutó en TVE el viernes.
De la mano de Josema Yuste, cinco invitados, de más o menos fama, son colocados, sin más preparativos, en una escena inventada donde han de crear el personaje que les han atribuido. No es exactamente un concurso, aunque lo simule. El falso jurado unipersonal sólo tiene palabras de halago para la actuación de los cinco, y el trofeo, de metacrilato -producto cuyo inventor está en el infierno, según mostró Woody Allen-, está valorado en ocho euros. El resultado depende totalmente de los recursos del invitado. El día del estreno, Felisuco, por ejemplo, resolvió con salero el verse repentinamente de novio en una boda gay, pero hubo otras intervenciones hasta angustiosas por la falta de chispa o el apego a la bromita infantiloide. Y eso que, con la excusa del humor, los invitados no tienen que replicar con la mínima sensatez. Si no salta el ingenio, queda el recurso de ser inverosímil.
Hay compañías de teatro dedicadas a la improvisación e incluso la propia televisión ya ha caminado por este sendero (Los irrepetibles, de Emilio Aragón en La Sexta).
Los cambios de programas provocaron un curioso efecto. Sin proponérselo, Josema Yuste monopolizó la noche de TVE-1. Porque él y dos colegas más de Por fin has llegado eran los concursantes invitados de Identity, que dejó los lunes a Mira quien baila para instalarse en el viernes noche.
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