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Reportaje:La cuestión nacionalista

La ola nacionalista agita Cataluña

La pugna entre Convergència y Esquerra por la hegemonía del nacionalismo monopoliza el debate político catalán

Enric Company

Ninguno de los ensueños iniciales del tripartido de la izquierda catalana ha resultado tan ilusorio como la pretensión de relegar a un segundo plano el debate nacionalista en Cataluña y sustituirlo por la discusión de una agenda de políticas sociales. En la legislatura pasada lo impidió la reforma del Estatuto de Autonomía. Ahora es la permanente disputa entre Convergència Democràtica (CDC) y Esquerra Republicana (ERC) por el liderazgo del catalanismo.

A su vez, tanto uno como otro partido sufren una creciente presión de sus alas radicales, que les incitan a dar por fracasada la vía autonomista a cuenta de una invalidación del Estatuto de Autonomía por el Tribunal Constitucional que dan por descontada. Y a lanzarse por la vía de la independencia.

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Esta pugna casi monopoliza el debate político, para desesperación del Gobierno de José Montilla, que no logra imponer su agenda social ni su liderazgo. La carrera entre el partido nacionalista fundado por Jordi Pujol, dirigido ahora por Artur Mas, y los republicanos encabezados por Josep Lluís Carod incluso ha llevado a este último a ponerle fecha a un referéndum para la independencia de Cataluña: 2014.

Nadie en Cataluña cree que vaya a haber un referéndum de este tipo. Pero tanto da. Sus partidarios hablan como si fuera a celebrarse mañana. Y algunos de sus detractores, también. Carod recibió el viernes en su despacho oficial de consejero de la Vicepresidencia del Gobierno de la Generalitat a uno de los promotores del referéndum, Alfons López Tena, vocal del Consejo General del Poder Judicial, propuesto en su día por CiU, que le expuso los trabajos que se traen entre manos las plataformas que preparan el referéndum.

En el polo nacionalista opuesto, los partidos que rechazan no sólo la independencia de Cataluña sino su vigente Estatuto de Autonomía, el PP y Ciutadans-Partido de la Ciudadanía, se han lanzado en las últimas semanas a campañas de denuncia de la desespañolización de Cataluña. Que encuentran eco, sobre todo, fuera de Cataluña. Su principal caballo de batalla es la política lingüística, sobre la que presionan permanentemente para frenar cualquier avance de la presencia social del catalán. Con ocasión de la Diada del Onze de Setembre han resucitado otro clásico, la guerra de banderas.

Unos y otros utilizan una retórica grandilocuente y exagerada, que se realimenta. Unos hablan de que Cataluña está oprimida por España. Los otros, de que el nuevo Estatuto es un paso en la ruptura de España y la destrucción del Estado. La sorpresa de este inicio de curso ha sido que entre las voces que han contribuido a las polémicas se contaran las de los ex presidentes Jordi Pujol y Pasqual Maragall. Comenzó Pujol mostrándose comprensivo en una entrevista radiofónica ante una eventual huelga fiscal de los contribuyentes catalanes si el Estado incumple sus obligaciones inversoras. Hablaba sobre la penosa situación en que se halla la red ferroviaria de Cercanías en Barcelona, que es una competencia del Estado. De poco sirvió que, en la misma entrevista, Pujol dijera que desde luego está en contra de cualquier huelga fiscal, faltaría más. Pero el daño ya estaba hecho. Su compresión se sumó al argumentario de quienes sostienen que el Estado expolia a Cataluña. Y, a la inversa, al de quienes están convencidos de que el nacionalismo catalán es "insaciable".

Luego vino, el martes pasado, la reafirmación por Pujol y Maragall de que Cataluña no está suficientemente bien reconocida como nación en la vigente Constitución. Lo dijeron en una ocasión solemne, el acto en que recibieron la Medalla de Oro de la Generalitat. Son ideas que ambos han expuesto en muchas otras ocasiones, pero ni que decir tiene que en esta fueron interpretadas como un respaldo a los que rechazan la vía estatutaria.

Una de las características de esta situación es que CiU, que durante décadas constituyó el eje político de Cataluña, tiene crecientes dificultades para mantenerse en él. En su permanente pugna con ERC, prodiga guiños a los sectores soberanistas, compite con los independentistas por el voto radical. Pero la ambigüedad con que Pujol transitaba en la frontera que separa al autonomismo del independentismo es muy difícil de mantener en el actual contexto. Algunos dirigentes socialistas opinan que CiU está perdiendo la centralidad que ha ocupado siempre en el escenario político catalán.

El sucesor de Pujol en la dirección de Convergència, Artur Mas, ha escogido este momento para lanzar una oferta de "refundación del catalanismo" con la que pretende tomar la iniciativa política que en estos momentos está en el campo de los independentistas. La oferta de Mas ha sido inicialmente rechazada por los demás partidos catalanistas, PSC, ERC e Iniciativa Verds, e incluso por el partido socialcristiano aliado con Convergència, la Unió Democràtica de Josep Antoni Duran. Éste quiso ayer visualizar su enfado congelando la proclamación de su candidatura a las elecciones generales por CiU. El democristiano no formalizará su concurrencia hasta que Mas aclare en qué consiste exactamente su propuesta. Y es que en las filas de Unió se ha tildado de "traición" el debate abierto por su socio a las puertas de unas generales.

Mas ha hecho suya buena parte del diagnóstico de algunos analistas políticos, contenido en el libro titulado La rectificació, que da por agotadas las formulaciones del catalanismo nacido hace 150 años. Una de las ideas que asume como ya obsoletas es la de que el catalanismo ha de modernizar España y regenerar el Estado. Que, paradójicamente, es una de las que movía a Maragall en su etapa como presidente de la Generalitat. Mas propone que la prioridad del futuro sea "situar a Cataluña en el mundo", una formulación que, no sin malicia, fue interpretada en clave independentista incluso en medios afines a CiU y provocó un alud de acusaciones de que Convergència se decantaba hacia el radicalismo.

"Cataluña será una nación reconocida en la Constitución de su Estado"

"(...) Y en esta Europa, Cataluña será una nación, espero que algún día reconocida no sólo en el preámbulo de su Estatuto sino en la Constitución de su Estado. Todo llegará. (...) En Europa hay más culturas que países, más naciones que Estados. (...) Ha llegado el momento de decir claramente que en la Península están casi la mitad de las naciones sin Estado de Europa. Sin embargo, conviene que no creamos que del reconocimiento de este hecho se derivará nuestra felicidad. En absoluto".

"La Constitución ha de adaptarse a Cataluña y respetarla"

"(...) Cataluña como país, como nación, no es un invento. Es una realidad histórica, de materia y de espíritu, de cuerpo y alma, de sentimiento y de institución. Que viene de lejos. Cataluña no es fruto de ninguna Constitución ni de ningún pacto político ni de ningún programa electoral. Viene de mucho más lejos y de más hondo. No es ninguna abstracción. Por lo tanto, no es Cataluña la que ha de adaptarse a una Constitución, sino la Constitución, la que sea, la que debe adaptarse a Cataluña y respetarla".

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