'Robin' Navarro
A fuerza de superar todo tipo de ausencias, habíamos llegado a la conclusión de que en esta selección española todos son necesarios, pero ninguno es imprescindible. El año pasado, en Japón, jugamos hasta los cuartos de final sin Felipe Reyes y en el momento cumbre se tuvo que disputar toda una final de un Mundial sin el jugador bandera, Pau Gasol. En este curso, Garbajosa entró en el plantel en el último segundo, perdiéndose todos los partidos de la fase de preparación, y a falta de una semana para el comienzo del torneo cayó Juan Carlos Navarro.
Hasta el día de Croacia ninguna de estas ausencias había supuesto mayores contratiempos y ni el juego ni los resultados se habían apartado de un dominio a veces hasta insultante sobre cualquier rival que se pusiese en el camino. En el momento más inesperado y ante un rival con glorioso pasado, pero mucho menos presente que otros que inspiraban mayores temores, España pinchó por primera vez. Esta derrota, tan reconfortante y hasta conveniente según se ha visto después, trajo unas cuantas lecturas. Una de ellas es el recordatorio de la importancia capital que tiene en este colectivo Navarro. Las victorias y el gran rendimiento de Rudy, su sustituto natural, difuminaron el impagable valor de un jugador singular y cuya aportación va más allá de sus números, que ya de por sí suelen ser espectaculares. Navarro es una especie de Juan Sin Miedo, un jugador excelente en la normalidad y superlativo en las dificultades. El día de Croacia, con la ausencia de Pau, con problemas de faltas y la posterior orfandad y cierto desconcierto que mostró el equipo, su figura se agigantó aunque estuviese vestido de calle. Porque es en estas situaciones cuando siempre aparece Navarro al rescate, al más puro estilo Robin, que le ha salvado más de una vez la vida a Batman.
Siendo Rudy un recambio de primera magnitud, todavía le faltan un par de escalones (o años) para que su sólido juego alcance la trascendencia del de su compañero. Pase lo que pase y esté el partido donde esté, Navarro no deja de ofrecerse, de crear quebraderos de cabeza a los contrarios y de buscar canasta o compañero en mejor posición. Su progreso le ha llevado a pasar de ser un anotador a un jugador total que, sin perderlo, complementa su instinto con una correcta lectura del juego. Su lesión parece superada y, aun con un déficit de minutos en cancha no ha tardado en demostrar, como ante Rusia, que España le necesita como agua de mayo. Cierto es que este equipo basa su potencial en el colectivo, pero no es menos verdad que el escalafón jerárquico que comienza por Pau continúa en Navarro, irreemplazable por su capacidad para jugar en el filo de la navaja. Con él todos nos sentimos más seguros.
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