Freire es el jefe
El ciclista cántabro gana su segunda etapa al 'sprint' a sus grandes rivales Bennati y Bettini
El triunvirato de los velocistas estaba elegido. Freire, Bennati y Bettini no admitían jerarquías anteriores ni golpes de estado. Davis, Petacchi o Boonen han sido destronados por exigencias de la temporada. Pero faltaba elegir al jefe. Y el jefe es Óscar Freire, el que siempre viene detrás, escudriñando cada palmo de carretera, midiendo el ángulo de cada curva, calculando el viento, raspando las vallas. Y encima llegando a Cantabria, a Reinosa, a poquitos kilómetros de su lugar de nacimiento (Torrelavega), con el Rabobank entregado a la faena de abortar las fugas anteriores e impedir las posteriores, en una etapa de media montaña, Freire no podía fallar. Le esperaba en el podio su hijo Marcos, con el maillot de Rabobank y un pañuelo de pirata a lo hip-hop. Y le esperaba el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, que fiel a su estilo rompió el protocolo. "Me tocaba entregar el maillot amarillo, pero si gana Freire, cambio de planes".
"He cogido el sitio bueno por ser el más protegido del viento", asegura el corredor del Rabobank
Y Freire llegó a tiempo. Sobrado de tiempo, listo y con el ojo avizor. Era su momento, después de que el holandés Kroon (CSC) acariciase el triunfo tras la habitual escapada heroica del día. Hubo muchas, casi desde la salida, pero la suya fue la de verdad. La etapa animaba a la aventura, aunque a estas alturas de la carrera no hacen falta muchos ánimos para intentar machadas o buscar sorpresas. La Palombera, un puerto de primera categoría, muy cambiante en su ascensión, a 21 kilómetros de meta, era toda una tentación. El holandés Kroon decidió caer en ella (para eso están las tentaciones) y se agarró al cuello de la esperanza, que le abandonó a cinco kilómetros para la meta. Levantó el brazo, saludó a la moto de la televisión y se fue a la cola del grupo. "Otra vez será", vino a decir el rodador holandés, que ya ganó una etapa del Tour en 2002.
Antes había caído Gómez Marchante que salió en busca de Kroon, a mitad de la Palombera. Este era más peligroso para todos, no sólo para los aspirantes al triunfo de etapa, y su intento se quedó en anécdota, o en escenificación de que su pulso es notable y sus ganas (tras renovar dos años con Saunier Duval) han crecido en esta Vuelta.
Uno y otro cayeron porque el equipo Rabobank había apostado fuerte por Freire que pasó el puerto sin apuros, con cierta comodidad. Era su momento. Y el de Bennati, al que el equipo Lampre también le puso en el disparadero. Y el de Bettini que disfrutaba de una segunda oportunidad. Zabel y el colombiano Durán estaban en el grupo, pero hoy por hoy no pueden aspirar a jefes.
Eso es cosa de tres. Bueno, ya de uno. Freire se puso a rueda de ambos, vio que Bettini venía fortísimo y que Bennati fue el mejor al negociar la última curva. "Es una curva en la que se puede frenar muy poco", dijo después Freire. "Él ha entrado mejor, pero yo he cogido el sitio bueno porque era el más protegido del viento y eso es una ventaja muy importante". Debió serlo, porque la progresión de Freire fue impresionante. Aprovechó el hueco que quedaba entre el cuerpo de Bennati y la valla de la derecha para colgarse sobre el manillar y pasar a golpe de riñón como un cohete. Es curioso: los cuatro sprints hasta ahora de a Vuelta los han disputado los mismos y se han resuelto con cierta comodidad para el ganador. Está claro: el que gana, gana bien. Casi sobrado. Una vez uno, otra vez otro. Bueno, Freire dos veces. Cuestión de colocación. Quizás por eso dice ciclista cántabro que "en el sprint no siempre gana el mejor". Pero a fecha de hoy, Freire es el jefe que aspira, según reconoció, a un nuevo triunfo antes de que su objetivo en esta Vuelta concluya antes de Madrid.
La clave del nuevo triunfo estará en la colocación. El asunto está en no pensar. En la tercera etapa "llegué más fuerte y pensé demasiado. Hoy [por ayer] he llegado más justo y he ganado". Pues ya está. Pensar, lo justo.
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