Una muestra de excelencia

Con todo el fútbol español con la vista al cielo, la segunda jornada liguera fue un festival madridista. Desde el debú como técnico de Vicente del Bosque, en San Mamés, el 24 de enero de 1996, el Madrid no lograba un 0-5 lejos de Chamartín. Ayer lo hizo en Vila-real, frente a un rival huesudo, con un fútbol exquisito, sobre todo en la segunda parte.

Al hilo de futbolistas con pies de seda, como Sneijder -que con sus dos goles en El Madrigal ya es el máximo goleador del Primera- y Guti, el grupo de Schuster es hoy un equipo refinado, coral en todas sus líneas. Con estos dos violinistas al frente, el Madrid ha cambiado por completo de guión. En sólo dos jornadas, el cuadro blanco ha destilado más fútbol que en toda su victoriosa campaña anterior. Y su casillero no se ha rebajado. Todo lo contrario: aplazado el Osasuna-Sevilla, es el único equipo que ha ganado los dos primeros partidos. Y en ambos ha marcado Raúl, que ayer anotó el primero (ya ha goleado en 157 partidos de Liga a lo largo de su carrera). Y en ambos, sobre todo ayer, han sido protagonistas Sneijder y Robinho. En definitiva, los jugadores de mayor talento, señal de que el equipo camina hacia la excelencia prometida.

Arrollador el Madrid, el Barça no despejó las dudas que había despertado en Santander. Frente a un equipo tan melifluo con el Athletic -con las mismas señas de los últimos cursos pese a la llegada al banquillo de un supuesto agitador como Caparrós-, el Barça barnizó su juego durante el primer tramo y terminó entregado a su rival, perjudicado, además, por dos errores arbitrales que le condenaron en dos goles azulgrana. Lesionado Eto'o, Rijkaard acomodó a Ronaldinho como ariete postizo y el brasileño se lo agradeció. Hace tiempo que el gaucho le tiene alergia a las orillas, donde los laterales la toman con sus tobillos, donde se requiere velocidad, algo de sacrificio y exprimir la suerte del regate. Demasiado para el actual Ronaldinho, que ya sólo invierte como francotirador. Como nueve se aleja del área, juega de frente a sus rivales y se da brillo como pasador. Ante el Athletic cumplió a la perfección con este papel: un gol de falta directa y un pase embrujado a Henry que derivó en un penalti imaginado por el árbitro, que luego validó un remate de Touré que no entró.