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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Después del Katrina

Dos años después de que el Katrina devastara Nueva Orleans y otras zonas, un nuevo huracán similar o incluso algo más débil volvería a provocar un desastre en la sureña ciudad malherida. Pese a las promesas del presidente Bush -que ayer en expresión desgraciada en su visita conmemorativa aseguró que sigue "prestando atención"-, la reconstrucción va excesivamente lenta. Los diques que impedirían una nueva inundación de gran parte de la urbe no estarán listos hasta 2011, lo que frena el retorno de muchos habitantes. Una tercera parte de los 455.000 con que contaba la ciudad no han regresado, y quizá ni regresen. Son, en su mayoría, pobres y negros.

Hace dos años, el paso del Katrina, la falta de previsión y la tardía reacción de la Administración local y federal hicieron que una catástrofe natural se convirtiera en un desastre humano en la primera economía del mundo, con 1.500 muertos y decenas de miles de desplazados. Después del huracán quedó a la vista la pobreza de muchos barrios habitados por personas que ni siquiera habían tenido la opción de huir.

La reconstrucción choca no sólo con carencias presupuestarias, a pesar de que Bush asegurara que ya se ha asignado o gastado un 80% de los 115.000 millones de dólares destinados para los cuatro Estados afectados por los huracanes, sino también con todo tipo de impedimentos oficiales y de las compañías de seguros. Sólo parece funcionar el voluntariado, que es una de las fuerzas del sistema social americano; 100.000 voluntarios han pasado por la zona para proporcionar todo tipo de ayuda, supliendo así sólo en parte lo que debería ser un deber del sector público.

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Demasiadas familias continúan viviendo en precario en unas 40.000 caravanas. Sólo el centro histórico de Nueva Orlenas, que no quedó anegado, se conserva, pero con poco espíritu para mantener la llama del jazz. Por lo demás, el crecimiento de la criminalidad ha convertido a la ciudad en una de las ciudades más inseguras de EE UU. También han aumentado la tasa de suicidios y de enfermedades mentales. Faltan escuelas, hospitales y autobuses. Los precios de compra y alquiler de las viviendas se han encarecido, lo que ha afectado a los más pobres, que no pueden asumirlos. El retraso en la reconstrucción de la ciudad y la zona resulta indigno y vergonzoso para la mayor potencia del planeta. Hace dos años, Bush prometió que Nueva Orleans sería reconstruida "más grande y mejor". Pasados dos años, "sigue prestando atención".

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