"Los precios abusivos de unos pocos han dado mala fama a toda la profesión"
Trabaja en este oficio desde los 18 años, y hoy es una de las pocas mujeres catalanas al frente de una cerrajería
Adela Paz tiene 35 años y es una de las pocas mujeres catalanas al frente de una cerrajería. "Éste es un mundo de hombres, y muchos clientes se sorprenden cuando me ven detrás del mostrador", asegura. Empezó en el oficio con 18 años, cuando montó un negocio con su marido. Él realizaba los servicios de urgencia y ella dirigía la tienda. Tras 14 años se divorció y empezó a trabajar con un mayorista. Desde hace dos años tiene su propia tienda, la cerrajería Surclau.
"El oficio lo aprendí por narices; cuando entras en un negocio con 18 años no sabes nada de nada, pero tienes una hipoteca que pagar y no te queda más remedio que buscarte la vida y aprender", cuenta. Hoy, además de la tienda, Adela dirige un equipo de cerrajeros autónomos, dispuesto a resolver cualquier urgencia las 24 horas del día. Porque la de cerrajero, a su manera, es una profesión de salvamento, como la de bombero o socorrista. Si usted ha olvidado o perdido las llaves de su casa y quiere entrar tiene tres opciones: puede intentar derribar la puerta a empujones o patadas, pero lo más probable es que inmediatamente después necesite un doctor que le cure sus heridas. Puede, también, creer que es MacGyver -el popular personaje televisivo- y tratar de forzar la puerta con un alambre, un palillo o su tarjeta del supermercado. "Pero sería imposible; las películas exageran muchísimo", sentencia Adela riendo, al tiempo que matiza: "Con una radiografía, si está en muy buen estado, podría hacerse". Como es complicado que usted tenga a mano una buena radiografía, puede optar por la tercera opción y llamar a un cerrajero. Sin embargo, como aconseja Adela, "hay que tener cuidado, porque hoy cualquiera puede darse de alta como cerrajero, aunque no tenga ni idea".
Problemas del oficio
Para ella, éste es el problema más grave del oficio: "La mala reputación que las prácticas de unos pocos han dado al conjunto de la profesión". Estas malas prácticas, según
Adela, se resumen en dos: en primer lugar, los precios abusivos que exigen algunos profesionales. "Sin embargo, muchas veces el fallo es de la gente, que paga precios muy elevados a los cerrajeros que se lo piden. Si quieres entrar en tu casa y te piden 300 euros por abrirte la puerta, no lo pagues y busca otro sitio", aconseja. Adela advierte de que, como poco, el cliente debería llamar a tres cerrajeros diferentes para informarse de los precios.
El segundo problema es la falta de rigor del trabajo de algunos cerrajeros, "sobre todo de los que trabajan para las grandes empresas", asegura Adela. Esta cerrajera explica que los trabajadores de las grandes empresas tienen mucho más trabajo, "por su anuncio en Páginas Amarillas, el principal recurso de los clientes en caso de urgencia". Así, estos profesionales no disponen del tiempo suficiente para llevar a cabo una labor impecable. El resultado, muchas veces, "es una chapuza". "Y la mala fama nos la llevamos todos", añade
Adela no es experta en abrir puertas y se dedica sobre todo a atender su local. Allí vende cerraduras y hace copias de llaves con una celeridad pasmosa: en menos de 10 segundos tiene lista la réplica de casi cualquier llave, "por muy rara que parezca".
En cuanto a las cerraduras, la moda está en las electromagnéticas, en las puertas que se abren con un código o una tarjeta. Sin embargo, para Adela las más seguras son las más tradicionales: "La cerradura más fiable es la que más le cuesta abrir al cerrajero, y ésa sigue siendo la de gorja (la típica de Barcelona, aquella que se abre con esas llaves alargadas que portaban los antiguos serenos)".
Y una buena cerradura es fundamental. Porque los ladrones saben cada vez más sobre el arte de la cerrajería, gracias a Internet. "Antes, para comprar las herramientas propias del oficio, como las ganzúas, necesitabas entregar la licencia fiscal y una serie de documentos. Ahora las compras en la ferretería de la esquina". A pesar de todo, esta cerrajera asegura que una cerradura, "si es buena, es muy difícil de forzar si no eres un verdadero profesional". A no ser que los ladrones utilicen una técnica más ingeniosa. Adela explica que algunos, para abrir la puerta de la casa que pretenden robar, llegan incluso a llamar al cerrajero... "Yo siempre pido a los que nos llaman que certifiquen que viven en la casa donde quieren entrar. En este oficio no te puedes fiar del cliente", sentencia.
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