"Me siento un privilegiado haciendo reír a la gente"
Fernando Tejero graba su nuevo trabajo, la telecomedia 'Gominolas'
Fernando Tejero (Córdoba, 1967) llora con la misma facilidad con la que ríe. Le enferma el desorden, pero es sumamente desordenado. Es tan tímido que siempre busca entrar el último a un bar, porque ha notado que cuando abre la puerta todos se giran para ver a los recién llegados. Resulta difícil creerle cuando confiesa que es inseguro. Quizá porque tiene la palabra fácil y ningún empacho en soltar bromas. "¿No sé si he contestado a la pregunta?", dice uno de sus compañeros durante una rueda de prensa, y Fernando se apresura: "¡Joder no has contestado, has escrito un libro!". Antes de decidirse a viajar a Madrid para estudiar teatro, trabajaba en una pescadería y esquivaba los intentos de su padre por convertirlo en torero. A Fernando le iba más el plató que la arena.
Confiesa que no le gusta el fútbol, aunque los dos personajes que más fama le han dado eran futbolistas. "Pero muy pronto me va a gustar el fútbol y me va a gustar mucho", se dice a sí mismo. De momento, prefiere leer que ver un partido. Admira a Neruda y mientras lo dice reflexiona en que él también podría haber sido poeta. "Los poemas de amor se me darían muy bien", comenta, y se queda un segundo pensativo.
Tiene en cartelera El club de los suicidas, una comedia en la que lidera a un grupo de personas que buscan matarse los unos a los otros. Prepara varias películas y una nueva teleserie, Gominolas (Cuatro). Le molesta que le encasillen como actor cómico y entonces suelta sus armas: Los lunes al sol y Voy volando, dramas en los que ha actuado.
Pregunta. ¿Es más fácil hacer llorar que hacer reír?
Respuesta. Por supuestísimo que es más fácil hacer llorar. Marlon Brando y Al Pacino son la referencia para casi todos los actores, pero a mí me parece un dios Jack Lemmon. Es mucho más difícil hacer reír. Pones a un niño desnutrido en un campo solito y con una música de violín acojonante y todo el mundo llora. Yo me siento un privilegiado haciendo reír a la gente, y no me importaría pasar toda la vida haciendo comedia. Lo que me preocuparía sería no trabajar.
P. ¿Es verdad que su personaje del Club de los suicidas está basado en una experiencia personal?
R. Sí, su vida está sacada de una historia mía. Cuando hice la primera película con Roberto Santiago, mi novia me acababa de dejar y Roberto me dijo: es muy bonito verte sufrir por amor. Claro que si en ese momento me hubiera dicho que iba hacer una película con aquella situación le hubiera dado una guantá que le pongo la cara del revés. Me daba mucho pudor, porque desnudo un poco el alma.
P. ¿Es verdad que una canción de Sabina le empujó a ser actor?.
R. Sabina le ha puesto la banda sonora a mi vida. A los 29 años me dije: joder, por qué no intento ser actor. Entonces reparé en una frase de Con la frente marchita que dice no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca sucedió. Esa mañana me levanté y fue el empujón definitivo para venir a Madrid a estudiar arte dramático.
P. ¿Qué le hace reír y llorar?
R. Reír y llorar a la vez. La situación política de este país. Y que conste que soy un admirador de Zapatero, pienso que lo está haciendo bien. Pero me río de la situación política, de los políticos, de la forma de afrontar y de enseñar la política y, a la vez, me da mucha pena.
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