El hombre de las 200 fuentes
Francisco Javier Etxepare Mendigaldu, reconocido cazador y setero en Álava, ha puesto caño a decenas de manantiales perdidos
Con un sentido del humor envidiable, Francisco Javier Etxepare (Asteasu, 1939) rememora sus andanzas y la huella de la fortuna a lo largo de su vida, en la mejor expresión del carpe diem: Más que nada, porque es un superviviente nato, consciente de que la vida es el disfrute de la familia, la amistad, la naturaleza, siempre procurando hacer el bien al prójimo, sin hacerse valer. Ahora, a sus 68 años, comienzan a conocerse sus obras, esas fuentes rescatadas en unos montes que van perdiendo los senderos. Una pelea contra el abandono del territorio rural, que tiene su punto etnográfico: Etxepare se documenta en los pueblos cercanos sobre la localización de los manantiales y su nombre, que luego inscribe en una placa junto con su firma y coloca al lado del caño.
Todo empezó un día de caza hace 15 años. "Estábamos a la paloma; y después de un buen rato, nos dimos cuenta de que no llevábamos ni agua ni vino y no conocíamos ninguna fuente por los alrededores", recuerda. Hasta que vieron un pequeño venero, del que bebieron con la ayuda de una hoja y el plástico que envuelve el paquete de tabaco. "Pero los amigos se quejaron de la incomodidad del sistema. Y les dije: 'no os apuréis, que para la semana que viene tenéis la fuente hecha".
Javier Etxepare es hombre de palabra. No sólo construyó aquella fuente; sino que en la cuenta lleva ya más de 200 en las sierras de Codes y Cantabria, en Treviño, "y dos en Gorbea", puntualiza. Su afición por la montaña corre pareja a su maña: no en vano compatibilizaba el trabajo en la empresa Michelín con la realización de arreglos a domicilio. Así que, pertrechado de paleta, llana y tubos, con la ayuda de piedras de los alrededores, convertía los manantiales en fuentes, "al estilo rústico, por supuesto", dice.
Además, también se encarga del mantenimiento de estos caños que resuelven la sed no sólo de los montañeros, sino de los vecinos de más de un pueblo de los alrededores que han aprovechado el agua de las canalizaciones de Etxepare.
¿Problemas de potabilidad? Ninguno. "Todo el agua que corre no es mala", asegura. "Lo del cloro es un simple negocio, un negocio redondo". De momento, la experiencia confirma al 100% su opinión sobre la calidad del líquido elemento que ha rescatado en el monte. No se conoce ninguna gastroenteritis y, cuando se han llevado a analizar muestras, los resultados siempre han sido óptimos.
Gracias a su labor, se han recuperado muchas fuentes, algunas perdidas hace décadas, sólo conocidas por los más viejos de la zona. Ahora les acechan los peligros de los nuevos tiempos. Las captaciones que se vienen realizando en la sierra de Cantabria para abastecer las necesidades de la Rioja alavesa han afectado a más de uno de esos veneros. "En una ocasión hasta vi desaparecer el chorro en directo; estaba limpiando la fuente y, de repente, dejó de correr el caudal. Nunca me había pasado algo parecido".
Ahora bien, si alguien quiere conocer donde están las 200 fuentes de Etxepare no tiene más remedio que subir al monte con él. Su labor es discreta, poco amiga de publicidades ("sin ánimo de lucro", añade), por lo que ni siquiera ha preparado un mapa con su ubicación exacta. Las conocen los de los pueblos, los que andan por esos lugares. "Sólo en algunas ocasiones, coloco un cartel indicador a la orilla del camino, como información para el excursionista", dice.
Esa generosidad quizás proceda de su origen. No sabe donde vino al mundo exactamente; lo intuye. Debía ser cerca de Asteasu, donde le dejaron en un cestito junto a un caserío en el que la señora acababa de tener un niño, con lo que estaba asegurada su supervivencia. Como señas, sólo apareció con su nombre, Francisco Javier. "Los apellidos fueron cosa del alcalde y el juez de Zizurkil que tomaron mi custodia. Etxepare, porque me encontraron junto a una casa; Mendigaldu, porque me hallaron perdido en el monte", recuerda. Afortunadamente, a los pocos días, cuando se decidían entre enviarle al hospicio o no, llegó una familia de Rentería que acababa de perder un niño. "Yo hice que me reía y se quedaron conmigo. Así que me he criado en el caserío del merendero Frantsilla", indica.
Su capacidad para salir adelante en situaciones complejas, le ha llevado también a forjarse una reconocida carrera como cazador y setero. Sobre todo, en este último campo, Etxepare destaca por su habilidad para coger perretxikos y hongos. "Eso sí, nunca las vendo, las regalo. Cuando me ven bajar del monte, ya me están esperando en los pueblos a ver qué llevo; lo del monte es de todos", explica quien de lo único que presume es de ser "un vasco honrado".
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