El tiempo
Desde que se hizo pública la propuesta socialista de que Televisión Española contribuya a construir la identidad de España no hay más remedio que mirar la tele de otra forma. ¿Qué hay más identitario, por ejemplo, que la doctrina que imparte el hombre -o la mujer- del tiempo? Referencia obligada en un verano desorientado, los individuos del tiempo, atentos e implacables, nos advierten sobre cómo nuestras costumbres y hábitos deben adaptarse a la inapelable naturaleza y sus caprichos. Enorme asunto el de la predicción del futuro en cualquiera de sus fórmulas. "Ahora les vamos a explicar dónde va a llover mañana" dice una simpática señorita (Antena 3, prefiere las chicas) o un amable caballero de edad indefinida (TVE y Tele5) aficionado a la corbata incluso un fin de semana de agosto. Y ante la posibilidad de que mañana nos llueva, o algo peor, permanecemos clavados, tragando toneladas de la publicidad que precede la adivinación. El parte es breve, impreciso y rutinario: suele llover en el norte y hacer calor en el sur. Pero, ¿y si fuera al revés? ¿y si, como ya ha ocurrido, un ciclón caribeño tuviera el antojo de darse una vuelta por la península? ¿No es esta una época llena de sobresaltos climáticos convertidos en catástrofes?
La dinámica meteorológica, ladinamente desafiada por cálculos científicos, previsiones estadísticas y un aparato de previsiones más o menos esotéricas y globalizadas es un must de la época. Los individuos del tiempo son sacerdotes de un ritual fetichista que hace del frío, la lluvia, el calor, las nubes, la sequía, la gota fría o el cambio climático, dogmas inapelables ante los que el telespectador agacha la cabeza. La geografía, el clima, la naturaleza ¿no marcan nuestra identidad? Así se descubre un conflicto más o menos permanente entre las predicciones del tiempo para España en general y para los microclimas de las Españas autonómicas en particular: no siempre convergen. Como si el tiempo, visto de cerca, cambiara de carácter y perspectiva. Como si la lluvia de aquí fuera más lluvia que la de allí.
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