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HUMORISTAS | GENTE
Columna
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La novela del siglo

Mi primo Roberto piensa, como tanta gente, que si no le publican su novela es porque tiene un estilo demasiado elevado y difícil para el público ordinario. Asegura que podría rebajar el nivel y forrarse, que vendería millones de libros si no tuviera escrúpulos, pero lo cierto es que es un plasta rematado. Aburre cuando habla y aburre cuando escribe. Sin embargo, su deseo de ser escritor es tan intenso que, hace tres años y medio, llegó incluso a tener una buena idea. Decidió publicar su novela de forma camuflada en una famosa revista destinada a la compraventa de productos de segunda mano. No era el lugar más adecuado, y él lo sabía, pero las grandes editoriales le habían cerrado siempre las puertas. Cada martes, sin excepción, escribía un anuncio con la excusa de comprar o vender algún producto. Su intención real, por supuesto, era ir publicando fragmentos de su novela, poco a poco, párrafo a párrafo, semana a semana, hasta lograr colarla entera. Y lo consiguió.

Empezó con este anuncio: "Capítulo Uno. Aquella mañana de otoño, Isabel se levantó decidida a cambiar de vida. Vendo sintetizador Casio, 40 melodías, nuevo a estrenar. 600 euros".

La novela ya estaba en marcha. Por fin empezaba a ver su obra publicada en algún sitio. A la semana siguiente apareció el segundo anuncio: "Isabel desayunó y supo inmediatamente que su marido nunca la entendió. No era fácil para él captar la esencia de una mujer. Compro Play Station 2, nueva o seminueva, preferiblemente con juegos".

Al cabo de un año y medio, la novela ya estaba atravesando el nudo narrativo: "-No me dejes, Juan Ramón- gritó Isabel desde el andén. Y el eco de su voz sonó a podredumbre. Vendo tabla de planchar en buen estado y veinte discos de Aute. Todo 15 euros". El mes pasado, después de más de tres años de folletín, mi primo concluyó la novela. Por fin vio cumplido su sueño. El último anuncio rezaba así: "Gijón amaneció nevado. El blanco de la nieve resaltaba la sangre de Isabel. Irene y Patricia le cerraron los ojos y las dos pensaron lo mismo: otra mujer que no pudo llegar a ser ella misma. Vendo una moto. Precio a convenir".

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