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Reportaje:CLÁSICA

Savia nueva para la música antigua

Spinosi dirige en Edimburgo una soberbia versión de 'Orlando furioso', de Vivaldi

De ser ignorada, la música antigua ha pasado, en sólo un año, a convertirse en la gran protagonista del Festival de Edimburgo. Del medio centenar de conciertos programados en los 23 días que dura el evento, poco más de la mitad son de música antigua. Y esto sin contar con que, de las seis óperas que se ofrecen, cuatro hay que incluirlas en este apartado.

¿Y cómo está recibiendo el público tamaña avalancha después de tres lustros de estricta dieta? Pues encantados y rompiéndose diariamente las manos de aplaudir. Así sucedió en la noche del sábado en la capital escocesa con el estreno a cargo de Savall de L'Orfeo de Monteverdi, y anteanoche con la presentación en versión concierto de la ópera de Vivaldi Orlando furioso. Una soberbia versión del corso Jean-Christophe Spinosi, que no sólo fue calurosamente aplaudida, sino también insólitamente vitoreada por un público siempre parco en sus efusiones.

El otrora arrollador empuje de los grupos británicos de música antigua ha languidecido, dando paso a una nueva generación de intérpretes del sur de Europa que, con impetuosa fuerza y nuevos repertorios todavía no explorados -o reinterpretando en modo nuevo los ya transitados- han aportado savia nueva. Uno de ellos es Jean-Christophe Spinosi, nuevo paladín de las obras ignoradas de Vivaldi.

Y es que, cuando este corso enérgico y saltarín, bromista y besucón -al final del concierto se dedicó a repartir besos a diestro y siniestro entre solistas, orquesta y coro sin distinción de sexo- dirige Vivaldi pasan cosas. Y largas obras llenas de recitativos como el Orlando furioso, de más de tres horas de duración, a oídos del público pasan como un suspiro.

El compacto y sobresaliente reparto de solistas con el que contó ayudó no poco a Spinosi a lograr este enorme éxito. La extraordinaria partitura de Vivaldi que, con el magnífico libreto de Grazio Braccioli, se mantiene fiel a la inmensa grandeza de la magistral colección de cantos en estrofas rimadas que forman el universo del Orlando furioso (1507-1532) de Ludovico Ariosto, está erizada de difíciles arias que requieren no sólo de un gran conocimiento del canto vivaldiano, sino también un elevado virtuosismo para sortear las espinosas coloraturas.

Las mezzosopranos Sonia Pina, inmensa y comunicativa como Orlando, y Jennifer Larmore, elocuente y dúctil como Alcina, sobresalieron en un reparto del que el magnífico contratenor francés Philippe Jarousski, un dulce Ruggiero, se convirtió en el gran triunfador de la velada.

Su sorprendente y cristalina voz, propia de un infante cantor pero en el cuerpo de un adulto de 29 años, conquistó al público desde su estremecedora interpretación de esa joya vocal que es el aria Sol da te, mio dolce amore, con la que arrancó gritos de "bravo". Ajustado el resto del reparto -el barítono Christian Seen y las mezzosopranos Barbara Di Castri y Daniela Pini- en el que cabe destacar la dulzura y expresividad de la soprano Veronica Cangemi.

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