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Reportaje:

La ratonera de la costa

Tarragona se ahoga entre carreteras colapsadas, como su principal arteria, la AP-7, cuyo tráfico se ha incrementado un 16% en los últimos cinco años mientras espera una ampliación

Elena G. Sevillano

"Esto es un embudo. Yo en julio y agosto ya no voy en coche a Barcelona. Y en fin de semana, menos". Rafa Martínez vive y conduce en Tarragona. Sobre lo primero no tiene queja. Al hablar de lo segundo, en cambio, le sale la vena reivindicativa. "Estamos discriminados respecto a Madrid y a Barcelona. En verano, esta zona duplica la población y el tráfico, pero estamos dejados de la mano de Dios". Preguntar por el estado de las carreteras tarraconenses en una gasolinera equivale a registrar una queja tras otra. Y la reina del desencanto es, sin duda, la AP-7. La misma autopista que el sábado pasado se colapsó formando colas de 70 kilómetros. La misma que se tuvo que cortar ayer por la mañana por un accidente múltiple y provocó retenciones de hasta 14 kilómetros. La misma que, ayer por la tarde, registró otros 20 kilómetros de colas en dirección sur.

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El sábado, un trayecto que debería cubrirse en 35 minutos tuvo a los conductores encerrados cuatro horas. El atasco alcanzó tales proporciones que, por primera vez en la historia, la concesionaria, Acesa, levantó las barreras y dejó pasar gratis a los vehículos atrapados.

Embudo. Cuello de botella. Ratonera. Son algunas de las expresiones que usan los conductores para referirse a este tramo de la AP-7, también conocida como autopista del Mediterráneo, una vía rápida que vertebra la comunicación por la costa, desde la frontera con Francia hasta Algeciras. El punto negro, el tapón, es Tarragona. Desde Barcelona, a la altura de El Vendrell, la autopista adelgaza. Los tres carriles por sentido se convierten en dos. Y se nota. Aunque el atasco del sábado fue excepcional, los conductores que usan esta vía saben perfectamente que se satura con facilidad, sobre todo en verano. No hay que remontarse mucho para encontrar otro embudo histórico. La pasada Semana Santa las colas alcanzaron los 33 kilómetros.

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Peaje de Tarragona en la AP-7, jueves por la tarde. El tráfico en dirección Barcelona es bastante fluido, pero los vehículos reducen la velocidad y se van apiñando frente a las cabinas. La circulación se ralentiza porque la barrera no está a la salida de la autopista, sino en la calzada central. En sólo 77 kilómetros, hay tres peajes de este tipo, llamados troncales: los de Tarragona, El Vendrell y Martorell. Las tres trampas de la AP-7. "Somos el semáforo de Europa; el cuello de botella del corredor mediterráneo", aseguran en la Cámara de Comercio de Tarragona. Su presidente, Albert Abelló, se lamenta de la "mala imagen" que generan los colapsos.

La reivindicación de un tercer carril por sentido y la eliminación de los peajes troncales es casi tan antigua como la propia autopista. "Es que todos los veranos es lo mismo", se lamenta Pepi Ortiz, de Els Pallaresos, cerca de Tarragona. "Te metes en una autopista para ir más rápido y evitar atascos y resulta que te encuentras con una trampa".

En Tarragona, además, no hay mucho donde elegir. La alternativa gratuita a la AP-7 es la carretera que discurre por la costa, la N-340, también llamada en algunos paneles A-7, para desesperación de los conductores foráneos. Con un solo carril por sentido, en plena zona turística de la Costa Daurada, es raro el día en que se puede circular con holgura. En el caso de la autopista, a los turistas, los autóctonos y las mercancías se suma el tráfico europeo de paso hacia el sur. Es una de las más transitadas de España. La intensidad media diaria de vehículos en el primer semestre del año fue de 63.229, según cálculos de Acesa. La media de todas las autopistas que gestiona esta concesionaria es de 36.375. En los últimos cinco años, el tráfico de la AP-7 ha aumentado un 16%. Con los mismos carriles y las mismas cabinas de peaje. El 22% del tráfico total de la AP-7 es de vehículos pesados.

Instituciones públicas y empresarios coinciden con los conductores en que la situación es insostenible. "Estamos en un punto estratégico del corredor mediterráneo, donde confluyen la AP-7 y la AP-2, otra vía rápida que conecta la costa con Lleida y Zaragoza. Aquí tenemos un puerto, una industria petroquímica, un sector turístico que se abastece por carretera... Las infraestructuras son vitales para nuestra economía", dicen en la Cámara de Comercio. "Tarragona está ahogada", asiente Jordi Just, de la Confederación Empresarial de Tarragona (CEPTA), para quien lo más urgente es "eliminar los peajes troncales" de la autopista. "No nos lo podemos permitir", remata el alcalde accidental de Tarragona, Sergi de los Ríos (ERC), que señala un culpable: el "eterno déficit de inversión en infraestructuras en Cataluña".

Una solución parcial a los atascos endémicos de las carreteras tarraconenses llegará, si se cumplen los plazos, a finales del año que viene. Los trabajos de construcción del tercer carril de la AP-7 se empezarán en septiembre, según fuentes de Acesa, y se completarán con la eliminación de los peajes troncales en 2009. Así que quedan por delante uno o dos veranos más de ratonera, por lo que el Ayuntamiento de Tarragona ha pedido al Parlamento catalán que elabore un protocolo de actuación para evitar colapsos. "La única solución a corto plazo es que, hasta que estén acabadas las obras, las barreras se levanten siempre que haya atascos", aclara De los Ríos. El peaje entre Barcelona y Tarragona, por cierto, cuesta 7 euros.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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