Como pez en el agua
Un público entregado recibe a Liza Minnelli en su primer concierto en España
Un cartel con fondo negro y letras blancas colgado en uno de los puentes que cruza la autovía anunciaba el concierto a la llegada a Marbella. Ya en el hotel, las mismas letras, sobre el mismo fondo pero con el perfil de la cantante en el centro, recibía tímidamente a sus seguidores. Después de 20 años, Liza Minnelli actuó ayer en España, y eligió Marbella para volver al redil.
Unas 2.100 personas pagaron entre 70 y 250 euros para ver a la diva americana. En las gradas, a punto de apagarse las luces, los asistentes preguntaban por sus asientos. Pero lo hacían en inglés o, en el más andaluz de los casos, en spanglish. "When will you finísh your casa?", preguntaba un hombre al que parecía un viejo amigo.
Como era de recibo, Minnelli se hizo esperar lo justo para ser deseada. Quince minutos pasadas las diez, y atestada ya la pista de tenis del Hotel Puente Romano aparecía en escena. Bronceados, lentejuelas, tacones de aguja y perfumes de almizcle recibían sin aliento a su ídolo. "Esto es el paraíso", les devolvía una Liza por la que habían pasado los años con cierta benevolencia.
En una mezcla de concierto y musical cinematográfico, Minnelli, ataviada con un camisola blanca con lentejuelas plateadas, rompió a cantar, seguida por un foco y gesticulando exageradamente con manos y piernas. Las reminiscencias al tiempo de Cabaret volaban como en tres dimensiones hacia las gradas. Y las respuestas no se hacían esperar: el público se quemaba las manos aplaudiendo y silbando. "Adoro a Liza Minnelli, he estado en tres de sus conciertos", decía Elisabeth Terry, una americana afincada en Marbella que había acudido al concierto con su marido y su madre. Aunque, pese a su desaforada devoción, no conseguía citar el título de la canción que abría el recital. Tampoco la segunda.
Sin soltar en ningún momento el micrófono y parándose sólo para atarse una cinta blanca en la cabeza a modo Rambo, hizo esperar hasta la cuarta canción para desatar el desenfreno en las gradas y en la alfombra roja de la pista de tenis cubierta de sillas de plástico. Fue cuando cantó Maybe this time, una de sus "favoritas". Minnelli, haciendo gala de su estilo cabaretero, acabó la canción con el cuerpo recostado hacia atrás, la cabeza volcada y el micrófono alzado al cielo. Y una lluvia de aplausos cubrió su cuerpo.
Durante las dos horas que duró el concierto, la diva, aunque a un ritmo más pausado y con una voz en ocasiones deshilachada, mostró ese estilo del que lleva haciendo gala desde hace más de 40 años. La mayor ovación fue sin duda para Cabaret, que cantó, esta vez sí, de pie y marcándose pequeños pasos en torno al micrófono.
La mayor parte de la noche, sin embargo la pasó sentada, igual que los asistentes, que casi llenaban las 2.700 plazas que ofrece la pista del lujoso hotel. Pero a Liza no pareció preocuparle demasiado esa pérdida de agilidad debida en parte a dos operaciones de rodilla y cadera. Incluso bromeó: "Antes, cuando actuaba, hace 8.000 años, me sentaba en la segunda parte, ahora lo hago en la primera". Broma que le valió de nuevo un aplauso de un público entregado.
La segunda parte del concierto se reanudó media hora después. A sus 61 años, Liza Minnelli se entregó a sus seguidores marbellíes, que la hicieron sentir como pez en el agua, no en vano la mayor parte hablaba su idioma. Mañana actuará en Cap Roig (Girona), el sábado en Santander y el domingo en Madrid. Quizá en esos mares no casen igual de bien sus bromas, pero seguro que no será un obstáculo para disfrutar de nuevo de su gran Cabaret.
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