Vértice privilegiado de Granada
La recuperación de las terrazas del Rey Chico, galardonada por la UE
Son escasos los enclaves con tanta magia en Granada. A la falda de la Alhambra, frente al barrio del Albaycín y en la ribera izquierda del río Darro, se extienden las terrazas del Rey Chico. Hace menos de un lustro este privilegiado vértice era usado como escombrera y caótico aparcamiento. La recuperación patrimonial y paisajística proyectada por el equipo del arquitecto Antonio Tejedor dio un vuelco al enclave a comienzos de 2004. Desde entonces, los reconocimientos se han sucedido y, recientemente, la intervención del estudio sevillano ha recibido su tercer galardón, el de finalista del II Premio Mediterráneo del Paisaje concedido por las regiones europeas. La recuperación de las terrazas granadinas representó a Andalucía y obtuvo un relevante segundo puesto tras recibir el premio Joaquín Romero Murube de jardinería y paisajismo, y el accésit Jardín 21 del Premio Alhambra.
"El principal problema es el escaso cuidado del lugar", afirma un vecino de la zona
"Nuestra posición siempre fue la modestia por la relevancia del patrimonio. El reto era obvio al hablar de un espacio privilegiado que apenas se ha alterado desde el siglo XV, a los pies de la Alhambra y el Generalife, ambos patrimonio de la Humanidad", destaca Tejedor. La intervención se situó entre el edificio del Rey Chico y la Fuente del Avellano para recuperar un paisaje histórico. Por un lado, el solar marginal que existía antaño se ordenó para convertirlo en un aparcamiento para los vecinos rodeado de vegetación autóctona. Por otro, se remozó el camino de la Fuente del Avellano, un lugar famoso porque era frecuentado por la Cofradía del Avellano, una tertulia literaria constituida a finales del siglo XIX en torno al escritor Ángel Ganivet.
Para sorpresa de ciertos actores institucionales involucrados, como el Patronato de la Alhambra, la Confederación Hidrográfica y el Ayuntamiento, en la obra reinó la buena sintonía. "Sentimos la ausencia de polémica y fue muy gratificante. El reto estaba en considerar los valores del lugar y hacerlo compatible con un presupuesto limitado", explica Tejedor.
El paisajismo en la intervención resultó primordial en un entorno con sorpresas como el manantial natural que alimenta a la Alhambra, canalizado gracias a la presa construida por los árabes cuatro kilómetros senda arriba. El equipo dirigido por el conservador del Jardín Botánico Pepe Tito y Manuel Casares, Director del Departamento de Botánica de la Universidad de Granada, aportó las claves para que la vegetación idónea. "Tratamos de reducir el impacto de los coches y recuperar la imagen del XIX como una arboleda histórica", cuenta Tito. Los paisajistas seleccionaron árboles tradicionales como chopos y alisos que combinaron con pantallas horizontales de setos de almillo y plantas que soportaran el clima duro de la ciudad. "Se trataba de ser prudentes con un punto muy delicado, el centro de un compás de la ciudad palatina de la Alhambra", detalla Tito.
Los vecinos aplaudieron la reconversión de la zona, aunque ahora critican su escaso mantenimiento. "El principal problema es el escaso cuidado del lugar: farolas rotas, postes desgajados, el riego no funciona y los aparcamientos no se respetan. Incluso el propio salvajismo de la gente hizo que se llevaran las plantas del camino. Somos unos vándalos", denuncia José Antonio Horcas, vecino del frondoso Carmen de la Fuente, que bordea el curso del río Darro. Horcas destaca cómo hace años en la explanada frente a la entrada de su casa los hippies aparcaban sus furgonetas junto a los contenedores que acogían los escombros de las obras realizadas en el Albaycín.
Ahora el lugar está transformado. El singular y silencioso camino, que arranca a menos de un kilómetro de la céntrica avenida de Gran Vía, está preñado de hitos de piedra con citas de escritores que alientan a meditar sobre el paseo: "Nuestras expediciones consisten sólo en dar una vuelta, y al atardecer volvemos otra vez al lugar familiar del que salimos, donde tenemos el corazón. La mitad del camino no es otra cosa que desandar lo andado", escribió Henry David Thoreau y se puede leer en el paseo, frente al rústico barrio del Sacromonte.
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