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Ciclismo | Las dos caras del Tour: la lacra del dopaje

El ciclista que corría ya sin presión

Carlos Arribas

Hay declaraciones que leídas después de los terremotos sólo pueden dar ganas de llorar. "Los ciclistas europeos son unos blandos, unos quejicas. Hay que tener narices como yo", dijo Alexander Vinokúrov, líder del Astana en el pasado Tour, alabando su dureza y su resistencia al dolor 24 horas antes de que se conociera su positivo en el Tour por transfusión de sangre homóloga. "Me he quitado una mochila, un peso, de encima yéndome del Euskaltel Euskadi. Ahora corro sin presión, muy bien arropado por Matxin", declaró Mayo a EL PAÍS el primer día de descanso del Tour, después de su segunda plaza en Tignes, lanzando palabras de elogio a su nuevo director deportivo y a su nueva situación dentro del pelotón del Tour. Dos semanas después, zas, el positivo.

Iban Mayo, un muy buen corredor al que un accidente de coche cuando todavía era amateur retrasó su salto a profesional, llegó al estrellato en el Tour de la edición de 2003, cuando ganó la etapa reina del Alpe d'Huez en el Tour del centenario, en pleno duelo entre Lance Armstrong y Jan Ullrich. La popularidad inmediata le obligó a Mayo a llevar una vida de reconocimiento popular, de celebraciones invernales, de agobio entre los aficionados. La marea naranja, los miles de seguidores del Euskadi que invaden las cunetas las etapas de montaña, se presentó más gigantesca que nunca en el año 2004, en un Tour al que Mayo llegó como favorito incluso para la victoria final después de haber logrado derrotar al mismísimo Armstrong en la cronoescalada del Ventoux en la Dauphiné Libéré unas semanas antes.

Sin embargo, la víspera del comienzo fue expulsado de la carrera, al no superar el control sanguíneo, el ciclista del Euskaltel Gorka González. Lenta pero definitivamente, el globo acabó deshinchándose. La relación de Mayo con el equipo comenzó entonces a deteriorarse. También su estado de ánimo ante las carreras ciclistas. "Los años en que le fue peor la cosa se encerró mucho en sí mismo, cambió de costumbres", explica un compañero del corredor vizcaíno.

El punto más bajo de su carrera lo vivió en el Tour de 2006, la pasada edición, aquella en la que Valverde rodó por el suelo y Mayo esperanzó a algunos aficionados con sus escaladas, el Tour al que llegó animado por una victoria de etapa en la Dauphiné. Pero en el Tourmalet fue el primer ciclista que se descolgó del pelotón ante una persistente cámara televisiva que lo seguía impasible a cada pedalada. Por eso, cuando en invierno se marchó al Saunier Duval de Matxin fue para él como si se hubiera quitado un peso de encima, sin presión, sin el agobio del equipo que representaba algo así como una selección nacional. O eso parecía.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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