¿Un Tour de selecciones?
En el hotel Crillon, en la plaza de la Concordia, frente al obelisco, ayer dejaban, por fin, entrar a los españoles a tomarse un gintonic de celebración. Sería quizá porque en el tejado, donde los últimos años lucía la enseña tejana o la de las barras y estrellas, ondeaba la bandera española que se movía al ritmo del himno nacional que sonó ayer en los Campos Elíseos, mientras el secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky, felicitaba en nombre de todos los españoles, bajo una tenue lluvia otoñal, al ganador del Tour, un madrileño de Pinto llamado Alberto Contador, que se declaraba el "hombre más feliz del mundo".
Coincidía tal despliegue nacionalista, habitual en esta clásica competición deportiva, con la noticia de que el Tour, para luchar contra el dopaje y para combatir una encuesta que proclamaba que a los franceses les importa cada vez menos la mejor carrera del mundo, pensaba en regresar a la vieja fórmula de selecciones nacionales, que dejó de utilizarse en 1968. Como si el orgullo nacional no estuviera ya demasiado en juego en todas las competiciones, como si en los Juegos Olímpicos, el súmmum de la competición deportiva nacionalista, el dopaje no fuera un problema. Como si nadie recordara que cuando Tom Simpson murió en la ascensión al Ventoux en el Tour de 1967, por un exceso de anfetaminas y de alcohol, no estuviera vistiendo el maillot de la selección británica. Si la gran carrera francesa se organizara por selecciones, ¿qué ocurriría con los patrocinadores, único sustento de este deporte? ¿Con qué maillot correrían el resto del año los ciclistas? El problema de este deporte es de otra índole y pasa, ante todo, por una regeneración interna.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.