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Reportaje:TOUR 2007

Un líder inesperado

Rasmussen, ciclista solitario que se entrena al margen del equipo, sorprende a su propio director

Es danés, vive en el Lago di Garda, en Italia, donde tiene montado un negocio de alquiler de apartamentos, y en el pelotón le conocen como el pollo. Basta con verle para dar la razón: menudo y de piel muy blanca, parece un ave desplumada. En el Rabobank aclaran que siempre le llaman Michael porque es mejor no hacer bromas con el tipo que lleva siete días vestido de amarillo, con el menudo danés. "Tiene mucho carácter", reconoce su director, Erik Breukink, en la cima del infernal Plateau-de-Beille viendo de líder a un hombre que le tiene alucinado. "Ni habíamos preparado algo así. Es una gran sorpresa verle de amarillo con dos minutos y medio de ventaja sobre el segundo", reconoce el holandés, que, a estas alturas de la carrera, ya no se atreve a descartar nada: "Michael es un auténtico cabezota. Viene del mundo de la bicicleta de montaña, y eso ya te define lo duro que es. No hay cosa que se proponga que no consiga y parece que ha decidido ganar el Tour", insiste Breukink.

"No hay cosa que se proponga y no consiga, y ha decidido ganar el Tour", avisa Breukink

Rasmussen es un ciclista al que la organización del Tour preferiría no tener en carrera. De haberse sabido antes que se olvidó de enviar el formulario a la federación ciclista danesa para estar controlado los últimos tres meses antes de la carrera, "el Tour habría pedido a Rabobank que no lo incluyera en el equipo", según dijo Christian Proudhomme, director de la ronda francesa. Por eso, desde que el tema saltó a la luz en la etapa de Montpellier, el pasado jueves por la noche, no hay rueda de prensa del danés que no empiece con una advertencia: "No responderé a ninguna pregunta sobre doping, no quiero que me distraiga". "La verdad, no le vi muy afectado por el tema, mentalmente es muy fuerte, muy cabezota y sabe lo que quiere", insiste Breukink.

Será por eso que Rasmussen vive solo en el Rabobank. No es que se lleve mal con nadie, sencillamente es que se lleva más bien poco. "Duerme solo y se entrena solo", dice Breukink, que llegó al Tour con Menchov como líder y se ha encontrado a Rasmussen vestido de amarillo desde hace siete días, y que ayer disfrutó con otra exhibición de su inesperado jefe de filas.

"Conociéndole, seguro que no ha pactado con Contador dejarle ganar la etapa", dice el jefe del Rabobank, en referencia a la conversación que ambos corredores mantuvieron en los kilómetros finales de la etapa, cuando ambos habían dejado atrás a todos sus perseguidores. "Quería ganar", aclaró Rasmussen, consciente que el infernal camino de Plateau-de-Beille sólo se ha subido tres veces. "Pactamos darnos relevos para meter diferencias a Evans y Klöden", insistió. Contador dijo su versión: "Trató de engañarme. Pactamos lo de los relevos, me dijo que no me atacaría y a falta de un kilómetro lo hizo", explicó Contador. "Me ganó porque fue mejor al final", zanjó el danés. "No había manera de dejar a Rasmussen", reconoció Bruyneel, que no se quita la sorpresa que le genera el cabezota pollo danés. "No se lo creen ni en el Rabobank", dice el director del Discovery. "Es cierto", conviene Breukink, que llegados a este punto, avisa: "Es difícil que pierda dos minutos y medio en la montaña, el gran escollo será la última contrarreloj, muy plana". "No tiene pinta de que vaya a desfallecer", dice Bruyneel.

Soler, del Barloworld, da agua a Rasmussen (Rabobank) durante la última ascensión de la etapa.
Soler, del Barloworld, da agua a Rasmussen (Rabobank) durante la última ascensión de la etapa.REUTERSDidi Senfft, demonio del Tour.

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