Dejad que los niños se acerquen a mí
A juzgar por la enorme cantidad de pornografía infantil que circula por la red, habrá que considerar que uno de cada diez adultos varones es pederasta en secreto, proporción que convendría desglosar por profesiones
Gays sin orgullo
La Iglesia practica a escondidas prácticamente a diario el orgullo gay en la oscuridad deletérea del confesionario o detrás de los muros de los seminarios. En la archidiócesis de Los Ángeles se han pagado 500 millones de euros para silenciar los abusos sexuales a menores, cifra que alcanza los 1.500 millones en el conjunto de Estados Unidos solamente para curas católicos. Lo más llamativo entre los curitas que metían mano a los menores es que la jerarquía silenciaba sus fechorías y se limitaba a trasladarlos de circunscripción, o de circuncisión, de manera que tenían las manos libres para proseguir sus fechorías, que se prolongaron durante más de veinte años de tan singular catequesis. Y de manera también que la Iglesia se asegura en la intimidad forzada de una relación de alto riesgo la reproducción ampliada de esas prácticas infernales. Y allá psicólogos gubernamentales que expliquen por qué esto ocurre más bien entre adultos de sotana y varoncitos en ciernes que entre monjitas y criaturas de trencitas o coletas.
Pedé
Entre otras tediosas aficiones de salón, a los surrealistas les encantaban los pederastas, no se sabe si debido a que compartían con ellos la boba propensión transgresora o porque algunos de los gurús de esa secta adolescente detestaban tanto a los clérigos que ansiaban apropiarse de sus más secretas intenciones. ¿El Marqués de Sade? Algo más seboso y con mucho más entusiasmo intelectivo. La privacidad de lo tenebroso ha saltado de la intimidad doméstica a la multiplicación de la infamia en la red. Y así, se descubre que millones (millones) de páginas de Internet albergan información sobre pornografía infantil y que muchos de sus usuarios son profesores de primaria, monitores de campamentos veraniegos, pediatras. Es como si los críos acudieran sin saberlo al panal de rica miel donde acechan los moscones. No quiero ni pensar que los críos lo hicieran a propósito. Aunque, mira, tampoco sería de extrañar.
La gestión del miedo
En realidad, el programa del pepé para las próximas elecciones, y también para ahora mismo, no es algo distinto a la confianza en que si aciertan a gestionar el miedo habrán de alzarse con la victoria. La matraca de la patria rota y en desbandada y la afición a convertir las calles más céntricas de Madrid en un continuo Día de la Banderita era poco más que la celebración de un Domund con fecha de caducidad, y por eso se han dejado en el trastero de las infamias malgastadas, pese a que no hayan cumplido del todo su no función. Olvidada la manifestación bonita, se trata ahora de insistir en la línea dura contra los socialistas a cuenta del terrorismo, porque es que ya ni exigen saber toda la verdad acerca del 11-M, porque es ya una verdad sabida y juzgada. El terrorismo local como banderín de enganche, haciendo creer de paso que Aznar lo puso contra las cuerdas y Zapatero lo habría resucitado. De miedo.
Y del pánico
Otra clase de miedo es el que los populeros valencianos deben sentir hacia la figura de Carlos Fabra, tal vez pánico, cuando aceptan sin rechistar que coloque de senadora a una de sus hijas, a la que no se le conoce mayor mérito político que esa relación de parentesco, si es que esa circunstancia es precisamente meritoria en este caso. Ignoro lo que sabrá el presidente de la Diputación de Castellón, que además se sube graciosamente el sueldo, acerca de sus conmilitones para manifestar tanto donaire, pero lo cierto es que sus compañeros de partido saben lo bastante sobre tan peculiar personaje como para considerar la conveniencia de apartarlo de la primera línea de fuego antes de que desaparezca en combate. Que no obren de ese modo es uno de los misterios políticos, acaso humanos, mejor guardados hasta ahora. Veremos.
Inmigrantes en el río
La envidiable capacidad imaginativa y el enorme poder de resolución de Rafael Blasco tienen, sin duda, en el caso del desalojo de los inmigrantes del puente de Ademuz una extraordinaria ocasión de manifestarse como Dios y la caridad mandan, cuando no el más elemental sentido de justicia; una manifestación que debería de ser algo más compleja y completa que vallar los puentes desde Riba-Roja hasta la Ciudad de las Artes a fin de que los sin casa duerman al menos a cubierto. Ahí tiene la oportunidad el conseller de pasar de una vez a la Historia haciendo por fin una buena obra. Construir barracones como hacen con los escolares sería tal vez excesivo, pero ¿qué tal instalarlos de momento por la noche en los monumentales pasillos desiertos del Palau de las Ciencias? De paso, servirían para algo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.