Falsas expectativas
Falsas expectativas: éste es el título de uno de los capítulos del manual de supervivencia personal de uno de los protagonistas de En cualquier otra parte, montaje que está en cartel hasta el 25 de julio dentro de la programación del Grec, y que resume a la perfección lo decepcionante de una propuesta que prometía: por ser Premio SGAE de Teatro 2006, por utilizar a Tarantino como reclamo ("una obra de ambiente tarantiniano"), por David Selvas y Roger Comas, los dos actores. Incluso por el espacio, una de las preciosas salas abovedadas de la Biblioteca de Catalunya, pero que, a la postre o a la media hora, juega en contra de todo y de todos, por el insoportable calor que encierra entre sus gruesas paredes sin ventilación alguna.
Escrita y dirigida por Àlex Mañas (1974), En cualquier otra parte plantea un remedo de thriller en un descampado con vistas a una urbanización situada donde el público, una especie de tierra de nadie en la que un par de tipos armados imponen sus propios códigos y leyes, siendo el manual de supervivencia citado como la Biblia para uno de ellos. El tema: los abusos de poder capitalista para defender la identidad y asegurar la protección de los que son de aquí frente a los que no lo son. Los referentes: desde los asaltos a los chalets del verano pasado por parte de bandas armadas y extranjeras, hasta los polémicos tratos dispensados por los Mossos d'Esquadra a esos detenidos que fueron grabados en vídeo. Es un material actual con el que se podía haber hecho algo más que la colección de diálogos estereotipados y reiterativos que parecen sacados de las peores películas de serie B americanas (de ahí, imagino, lo de Tarantino, pobre) y que componen finalmente la obra.
Suerte de los intérpretes, que consiguen dar empaque a unos personajes que no existen y crear una atmósfera inquietante, como si al cabo de la primera media hora fuera a pasar algo distinto de lo que llevamos visto. David Selvas (Felipe) y Roger Coma (Horacio) son los polis disolutos a los que sólo les faltan las Ray-ban perennes para acabar de caer en el tópico pero, eso sí, se complementan bien en escena, modulan bien el registro policiaco de esas películas de segunda, dan con la esencia del modelo prestado sobre el que están construidos sus personajes.
A partir, sin embargo, de la hora de espectáculo, ni ellos pueden con la vacuidad de unas frases que suenan las mismas una y otra vez, que no aportan más que bostezos y miradas de soslayo al reloj. Después está la chica, un papel corto que su intérprete, Dominica Kojro, resuelve. Y como guinda, un final a modo de epílogo por parte de Felipe que reincide en lo que machaconamente se nos ha expuesto y en el que justifica su comportamiento: por lo visto, al chico se le aparece el espectro de su padre asesinado... ¿Les suena?
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