Pedrosa da por fin con la tecla

Cuando discurre por el momento más peliagudo desde que compite en MotoGP, con la plana mayor de Honda de cuerpo presente para analizar la situación tan convulsa que atraviesa su equipo de carreras, Dani Pedrosa renació en el circuito de Sachsenring, alzó el puño al cielo y dio calabazas a quienes ya pensaban que había perdido el instinto que le ha llevado a ser el tricampeón más joven de la historia del motociclismo.

La pista alemana, en la que los pilotos sólo van a tope durante ocho minutos, no favorece a las Ducati

Habrá que ver si la victoria se debió a la caída de Rossi y los problemas de neumáticos de Stoner

Tras completar una carrera sin grietas, el piloto español consiguió su primera victoria de la temporada, la tercera que acumula en dos años de vértigo en la categoría pesada, a la vez que se quitó una losa que viajaba de paquete con él. Hacía más de un año que no celebraba un triunfo -el último lo consiguió hace 17 carreras, en el Gran Premio de Gran Bretaña de la temporada pasada-, y eso es un mundo para un motorista habituado a ganar, tanto carreras como campeonatos.

Aunque pretenda negar que el periodo de sequía le afectara, la pirueta que dibujó al cruzar la meta fue reveladora. Los caballitos de Pedrosa son casi tan caros de ver como sus sonrisas, y ayer hubo de lo uno y de lo otro. No era cuestión de contenerse tras la demostración de velocidad, control, fuerza y firmeza que mostró durante toda la carrera en el Gran Premio de Alemania. A su festejo particular se unieron Valentino Rossi y Casey Stoner, que caricaturizaron los puntos fuertes que les hacen temibles. El italiano apenas comete errores en carrera; ventajas de ser el mejor piloto de la historia. Mientras que el australiano le debe a los Bridgestone que calza su Ducati gran parte de las cinco victorias que le han valido el liderato del campeonato. Pues bien, el día que Pedrosa resurgió de las cenizas, Rossi se atizó un bochornoso costalazo, solo, debido a un fallo de pilotaje (vuelta 6), y los neumáticos le hicieron una jugarreta al australiano, que no pudo impedir que el motociclista español se escapara a todo trapo y sin nadie que pudiera maniatarle.

Desde el momento en que se bajó el telón, Pedrosa arrancó enchufado y asumió la batuta, consciente de que la principal amenaza era Stoner, que se enganchó a él. El corredor de Ducati había dominado en las sesiones de entrenamientos, y su ritmo de giro en las tandas largas mareaba. Sin embargo, la pegada que demostró durante las primeras vueltas se diluyó a medida que fue engullendo kilómetros y sus neumáticos se deshicieron. Pedrosa mantuvo su velocidad de crucero y le limpió entre tres y cuatro décimas por vuelta. A pesar de que la moto aún le zarandea más de lo que debiera, los mecánicos calibraron perfectamente la Honda número 26, y la adaptaron de maravilla al trazado alemán. Mientras el sol achicharraba los neumáticos de la mayoría de sus oponentes, los Michelin que montó Pedrosa se mantuvieron firmes. Y él, inalcanzable. Se escapó a medida que cayeron las vueltas, al tiempo que los demás se aflojaron irremediablemente. El que más, Stoner.

Acostumbrado como está a adelantar cuándo y cómo quiere, el australiano probó su medicina. Con el neumático trasero hecho trizas no le quedó más opción que bajar los brazos y dejar pasar a Loris Capirossi (vuelta 20), su compañero de equipo. Para entonces, Pedrosa ya viajaba solo, con más de 11 segundos de ventaja sobre el italiano.

Si el año pasado, los cuatro primeros clasificados cruzaron la bandera separados por sólo tres décimas -la menor diferencia desde que existe MotoGP-, los 13 segundos que separaron a Pedrosa de Capirossi suponen la mayor diferencia de la temporada entre los dos primeros. Además, el español rebajó el récord de la vuelta rápida (en la sexta), y completó la carrera empleando seis segundos menos que Rossi en 2006, antes de la reducción de las MotoGP a las actuales ochocientos.

Sin embargo, aunque este triunfo actúe de bálsamo para Honda y Pedrosa, falta ver si es fruto de las circunstancias tan excepcionales que se dieron ayer en el asfalto alemán. El pasillo de pista es estrecho -10 metros-, y la cuerda, corta -3.671 metros- y zigzagueante. Durante toda la carrera de MotoGP, los corredores sólo circulan con el acelerador accionado al máximo durante ocho minutos, y las motos alcanzan una velocidad máxima no superior a los 280 kilómetros por hora, únicamente durante un instante al pasar por el final de la recta de meta. Las características de la pista, nada favorable para la potencia de las Ducati, y las circunstancias de la carrera de ayer -con Rossi por los suelos y Stoner sin neumáticos- colocan una incógnita en la puerta del garaje del español. El misterio se desvelará el próximo domingo, en Laguna Seca. Aunque, pase lo que pase allí, al menos ayer, Pedrosa y su equipo dieron con la tecla.