Cuates
La amistad es algo muy hermoso sobre todo si sobrevive al tiempo y a la distancia que es el olvido, pero yo no concibo esa razón. El reencuentro de dos viejos cuates políticos cuya amistad inquebrantable sobrevivió a todos los avatares podría producir ternura si no nos condujese directamente a la comedia. Dice un amigo que hay que desconfiar de quienes usan pajarita, barba sin bigote y cordones en las gafas. No sé si la taxonomía es correcta, pero al ver a Luis Carlos Rejón con los cordones pensé que no podía ser más cierto. Rejón, de mayor (ya lo es) quisiera ser un viejo profesor. Quizás lo sea, pero no en el sentido de Tierno Galván si no en el literal. Es probable que él se vea a sí mismo como un intelectual sin cortapisas, como un librepensador que ofrece sus reflexiones para ilustrar la vida al común de los ciudadanos, sean unos jóvenes de Baena, los asistentes a un curso de verano del PP, los candidatos independentistas de Europa de los Pueblos o los esforzados militantes que quisieron lograr la reelección de Rosa Aguilar.
Nunca sabremos con certeza qué hubiera sido de Luis Carlos Rejón si hubiese conseguido el acta de diputado al Congreso por Córdoba el 14 de marzo de 2004. Es posible que ahora fuera miembro de la Cámara y siguiera en Izquierda Unida. Pero todo lo que pasa conviene y Rejón no fue elegido por el pueblo soberano, ese mismo que está adormecido porque vota al PSOE. Quizás no lo hubiéramos visto con ganas de liberarse como asesor de urbanismo de Rosa Aguilar o como coordinador de campaña de la alcaldesa, porque no sabes sus conocimientos en estos campos del conocimiento, pero deben ser muchos porque la regidora se peleó con los suyos para nombrarlo.
En cualquier caso, el pueblo, otra vez, no entendió el mensaje, Rosa Aguilar bajó en votos y concejales, el Partido Popular ganó en Córdoba y fue necesario un acuerdo con los malvados socialistas para conservar la alcaldía. Con sus cordones en las gafas nos ilustra desde la sabiduría de la que siempre hizo gala. Nada se sabe si ya ha sacado una cátedra en la Universidad o sigue siendo profesor de un colegio privado. Tampoco sabemos si ha plasmado por escrito sus profundos conocimientos, los mismos que le llevan a impartir lecciones con su viejo cuate Javier Arenas. Estamos ansiosos de comprender sus lecciones magistrales para dejar de ser un pueblo sumiso.
Rejón quedó náufrago en la orilla verdadera, aquella en la que estaba Julio Anguita, con el mundo entero al otro lado. Si bien Anguita era el prototipo de político místico e inflexible, de esos que gustan en Falange y a la derecha más rancia, Rejón lo es del tipo Repelente Niño Vicente, de los que lo saben todo y nos obsequian de manera reiterada desde la cima del saber. Quien lo entendió siempre bien fue Felipe Alcaraz, que cada vez que quería lo dejaba en las piedras y sin una mayoría interna en IU que hiciese justicia a su infinita sabiduría. Anguita y Rejón son parte de esa izquierda que gusta a la derecha, la que no ofrece peligro alguno porque jamás gobernará e intentará que la izquierda no gobierne. Por eso ambos son troncos, uno de Aznar y otro de Arenas, para jugar al dominó o para lo que haga falta.
Son útiles a la causa porque siempre tienen a mano un comentario adverso para los socialistas y para la dirección de IU, lo que es de agradecer por la derecha ya que sirve a sus intereses, aparte por supuesto de la amistad inquebrantable que ha pasado por encima de todo y de todos. Recuerdo que Rejón se opuso en su día al nombramiento de Chamizo como defensor del pueblo andaluz con el argumento de que en los puestos de responsabilidad tenía que haber gente con formación, a lo que seguía no sé qué cita de Lenin. Siempre fue así, altivo, con sus cordones en las gafas, con ese discurso de maestro liendre que tanto satisface a Javier Arenas: qué años aquellos, éramos más jóvenes y la vida nos dio poder y fuerza, lástima que a lo más que llegamos fue a gobernar desde el Parlamento. El estropicio dejado por Rejón en IU supone un lastre para Diego Valderas, que todavía sufre las consecuencias de su maridaje con Arenas.
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