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Reportaje:

Peligro de extinción

Dirigentes de todos los sectores admiten que existe el riesgo de que el PA desaparezca del Parlamento

Hasta las elecciones municipales los pronósticos sobre el desgaste y caída del PA eran sólo eso, vaticinios, predicciones interesadas por parte de sus adversarios. Ya no. Los malos augurios para el 27 de mayo resultaron ser ciertos y los andalucistas se han situado en uno de los valles más profundos de su azarosa historia, con los peores resultados en 20 años (6,14%). La situación es tan grave, tan delicada -existe un alto riesgo de desaparecer del Parlamento andaluz en 2008- que nadie se ha atrevido a alzar la voz públicamente: la estructura puede acabar por venirse abajo incluso antes de los comicios autonómicos. Pero la crisis ha estallado igualmente, aunque de manera silenciosa.

"El partido no tenía fuerzas para oponerse al Estatuto. Ha fallado la táctica"
La crisis ha estallado en silencio y los críticos no saldrán hasta después de las autonómicas

Las críticas más severas se las lleva Julián Álvarez, secretario general desde diciembre de 2004, por la distancia -indolencia, según algunos- con la que ha afrontado el naufragio y su nula capacidad de reacción. Todos coinciden en que sería injusto hacer a Álvarez responsable en exclusiva de este último cataclismo, pues el decaer del PA es una vieja historia que empezó a fraguarse hace años y en su origen y desarrollo se cruzan multitud de vectores. Desde la inconsistencia doctrinal del andalucismo moderno a la tragedia de la guerra fratricida del partido, pasando por su errática política de pactos (un día el PSOE, al otro el PP y viceversa) y las extravagancias personalistas de muchos de sus dirigentes. Amén de la enorme potencia del enemigo exterior.

Sin embargo, muchos creen que el secretario general optó tras la derrota por levantar un muro entre su figura y el batacazo para evitar que le salpicara, pese a que tal actitud supusiera abandonar a su suerte a las organizaciones locales donde se cosecharon los fracasos más sonados, cuyos responsables no tardaron en sentirse solos, abatidos, desmoralizados. De hecho, mientras que las direcciones regionales del resto de los partidos convocaron conferencias de prensa inmediatas para dar a conocer su versión del balance de las elecciones, Julián Álvarez se perdió entre un mar de comunicados de prensa (la mayoría ajenos a las elecciones) y se libró de poner su rostro al descalabro.

"Es como si no hubiera tenido nada que ver", comenta un dirigente, quien declara haber echado en falta una mayor estatura política de su líder. "Lo que se acordó fue seguir para adelante hasta las elecciones autonómicas, sin caer en el desánimo, pero no que nos escondiéramos debajo de las piedras, dejando a la gente sin nada a que agarrarse".

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El acuerdo al que se refiere este decepcionado andalucista es el que tomó la ejecutiva cinco días después de los comicios, y que atribuía el descenso electoral, mayormente, al bipartidismo y el trance del cambio en la dirección. La resolución se hizo llegar a la prensa por la vía favorita: a través de un comunicado, nadie dio la cara ni opción a incómodas preguntas. Para colmo, la única pincelada de autocrítica (el documento carece de cualquier forma de mea culpa) va dirigida a los modelos organizativos de las capitales y grandes núcleos urbanos, tachados de "auténtico lastre" para la estructura organizativa.

La endeblez de tales argumentos se hizo patente enseguida y algunos comités locales y provinciales comenzaron a anunciar dimisiones en cadena. Julián Álvarez se vio obligado a hacer una batida por las provincias para contener la estampida y prestar el aliento que hasta entonces se había guardado.

No pudo impedir, sin embargo, la renuncia del primer secretario del comité local de Sevilla, José Luis Villar, quien consideró una desautorización personal la nominación para adjunta al Defensor del Pueblo de Paola Vivancos, rival política que se había mantenido al margen y no había prestado ayuda a la campaña en la capital andaluza, donde se han perdido todos los concejales tras gobernar durante varios mandatos.

La última decisión ha sido remodelar la ejecutiva con nuevas incorporaciones. Los sectores críticos tradicionales confiesan que el panorama es tan negro que resulta temerario, además de baladí, articular una oposición interna hasta que no pasen las autonómicas. "La ejecutiva entera es de Julián Álvarez, que tiene todo el poder, aunque no el partido, plantear algo ahora es un esfuerzo inútil para perder". Este dirigente -quien se toma con humor la situación y dice que el PA está "en peligro de extinción, por lo que debería ser tratado como especie protegida"- opina que la negativa a la reforma del Estatuto ha influido en el fracaso, porque la dirección no supo ver que carecía de fuerzas para sostener una posición a la contra. "Más que el argumento de fondo para decir no, que lo había, lo que ha fallado es la táctica. Nos han barrido", señala.

Otro de los dirigentes críticos apunta que la ausencia de reacción se debe al "desfondamiento de la militancia, que no tiene ganas de más peleas y enfrentamientos". Este último se muestra muy pesimista con el futuro y asegura que en las autonómicas se quedarán fuera del Parlamento. El propio equipo de Álvarez reconoce en privado la posibilidad de perder los cinco escaños actuales, aunque alberga la esperanza de conservar los de Sevilla y Cádiz. "Tenemos que hacer cosas muy visuales, si no es que ni existimos, porque no sé si es la última ocasión, pero, desde luego, es la penúltima", dice una de estas personas. "Por ahora no contemplamos grandes retos, sino objetivos a corto plazo, y el más próximo es aguantar el tipo en las elecciones autonómicas"

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