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Reportaje:TOUR 2007

Nubarrones sobre el Astana

Vinokúrov, con 15 grapas en las rodillas, y Klöden sobreviven maltrechos los 200 kilómetros y se conjuran para vengarse de todas sus desgracias

En el boulevard Irene Joilot Curie, pasada la línea de meta, el sol quema los cráneos y una señal dentro del aparcamiento que cobija a los autocares multicolor de los equipos en carrera reclama atención, erguida sobre el asfalto: "Plaza reservada para discapacitados", avisa. E invita: "Si te quedas mi minusvalía, te quedas la plaza". Astana tiene plaza en el Tour, y condicionantes de un pasado que le supeditan enormemente. Suben los termómetros en la carrera y negros nubarrones se ciñen sobre el equipo del sol kazajo, amarillo sobre turquesa, nacido de la herencia de dos grupos marcados por la derrota y la trampa. Destrozado en los controles antidopaje el viejo Liberty de Manolo Saiz, el director cántabro encontró oro en Kazajistán con la promesa de hacer a Vinokúrov ganador del Tour. Nunca llegó a correrlo, implicado como estaba hace un año el director deportivo español en la Operación Puerto.

"No le doy por muerto. Si aguanta, va a ir a por todas", dicen en el equipo sobre su líder

El gobierno de Kazajistán mantuvo los ocho millones de euros para el servicio de Vinokúrov, que eligió a Marc Biver como administrador-propietario de la marca: "Ahora sí que somos el equipo de los hombres de negro", dijo el boss del conjunto suizo, en alusión a las veladas acusaciones que le lanzó la UCI por las visitas que algunos de sus corredores rinden al gabinete del maligno doctor Michele Ferrari. Ahora, las órdenes por el pinganillo las dan Mario Klummer y Adriano Baffi, aquél que fue sprinter y aunque Astana se sienta nuevo, aunque sigue vestido de azul turquesa, lleva el luto dentro y la desgracia a flor de piel.

"Es difícil tener más mala suerte", repetía ayer el mallorquín Toni Colom, lugarteniente de Klöden en la carrera, ése que lleva llorando dos días: "Veníamos a ganar el Tour y ya ves: se cae nuestro líder, nadie nos espera y los jueces no dejan que el coche nos abra paso para enganchar. Si fuera a otros..." mascullaba. Colom fue el primer corredor del equipo que echó pie al suelo tras la caída de Vino y Klöden. "El alemán está peor. No cayó en velocidad, pero se golpeó el coxis. Ya veremos si los dos salen mañana [por hoy]", avisaba. Daniel Navarro, otro Astana, se reconcomía: "Ojalá me hubiera caído yo. Al equipo le han dado un puñetazo en la moral". "Ahora sí que pueden decir que somos los hombres de negro", incidía el dueño de un equipo con dos líderes que se caen juntos por la tarde y no se saludan en el desayuno al día siguiente por envidias enquistadas.

Biver, heredero del tradicional victimismo de Saiz, se las tuvo con un fotógrafo a la puerta del autocar, nervioso por la situación, y luego fue enigmático: "Ya veremos si aguantan", dijo. O sea, nada. Mientras, sus dos ciclistas subían derrengados a una furgoneta, supervivientes de una carrera que hoy llega a los Alpes: "No aguantan un solo ataque", vaticinó Colom, pájaro de mal agüero.

Aguantaron ayer el paseo. No se les exigió, nadie atacó y Vinokúrov soportó los 200 kilómetros con siete grapas en una rodilla y ocho en la otra, vendadas las dos espectacularmente, el codo derecho y el glúteo en carne viva, sangrando, como un trozo de entrecôte a la parrilla. Darse un golpe a 70 kilómetros por hora es lo que tiene. Pero el guerrero sobrevive de tan sorprendente manera -"otro ya estaría en casa", dice su director- que le da para levantar la moral de un equipo tocado: "El jueves por la noche, el hotel era un funeral", recuerda Navarro. "Llegó él y nos levantó el ánimo a todos", explica el asturiano Navarro, que añade: "Nos dijo: 'si supero dos etapas, se van a enterar". "Yo no le doy por muerto. No sé si podrá salir mañana, pero si aguanta, va a ir a por todas", coincide, desconcertante, su colega Colom.

"Vino es un duro. Como Jalabert", le reconoce Faustino, mecánico del grupo suizo, nacido en Vila-real: "He vivido antes desgracias de este nivel: viví la caída de Laurent Jalabert en Armentieres y la de Joseba Beloki en La Rochette. Aquello fue tan duro como lo que nos ha pasado en este Tour. No es nuevo, es ciclismo", insistía el que fue mecánico de confianza de Manolo Saiz, que sigue en el pelotón mientras el que fuera su jefe lo ve desde Torrelavega.

Las sombras persiguen al equipo del sol y Adriano Baffi, el director, simplifica a la italiana: "Nunca vi tanta mala suerte a la vez, pero así es el Tour, el ciclismo y la vida. Te caes, te levantas y, si puedes, sigues. ¡La vida continúa!". Incluso con el sol encapotado de negros nubarrones.

Vinokúrov, a la izquierda, corre ayer junto al español Navarro.
Vinokúrov, a la izquierda, corre ayer junto al español Navarro.AP

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