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Crítica:ROCK | Nacha Pop
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Voluntarismo

En la puesta de largo en Valencia de la esperada reunión de las dos mitades creativas de Nacha Pop, fue relativamente fácil comprobar que los temas de Nacho García Vega saldrían mejor parados. En primer lugar, porque por mucho que den la matraca con aquello de que Nacha Pop vuelven, la presencia de Carlos Brooking y Ñete (base rítmica del grupo) ha sido reemplazada por una de esas sobrealimentadas bandas de apoyo de querencia cosmética, con teclados omnipresentes y más guitarras de las que serían estrictamente necesarias.

Y así, el descaro rockero y la tendencia a la extroversión que siempre distinguieron a García Vega lucen mucho más. En segundo lugar, porque su primo Antonio, hacedor de varios temas para la historia con mayúsculas de nuestro pop, no está para demasiados trotes: Esperando nada o Lucha de gigantes pusieron el nudo en la garganta, pero lo hicieron sobre todo por esa conjunción entre la belleza inmarchitable de sus melodías y el descorazonador aspecto de fragilidad física que irradia su creador, un muy desmejorado Antonio Vega.

Antonio, hacedor de temas para la historia del pop, no está para demasiados trotes

A él van dirigidas todas las miradas, todos los aplausos y todas las atenciones por parte de un grupo humano que no le quita ojo, conformando todo un ejercicio de tierno voluntarismo. No en vano, su escaso y emocionante hilo de voz tan sólo llevó las riendas de la canción con la interpretación de Una décima de segundo, ya en el bis.

Por lo demás, los madrileños lo han retomado más o menos en el mismo sitio en el que lo dejaron, con un repertorio casi clavado al de aquel álbum en directo de 1988, que supuso su despedida y su momento álgido de ventas.

Con los añadidos de sendos temas de sus trayectorias postreras -Vega en solitario y García Vega al frente de Rico-, un discreto tema nuevo y algún afortunado rescate, como esa anfetamínica toma de Alta tensión, que fue de lo mejor de la noche.

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