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Crítica:TEATRO | GREC 07
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Krapp, el bufón

El Krapp de Samuel Beckett es un tipo de 69 años y aspecto desaliñado que parece haber llegado desde hace tiempo a ese momento en la vida en el que uno se da cuenta de que ya nada va a cambiar. Tuvo sus sueños de juventud y de éxito, llegó incluso a estar rodeado de mujeres que le amaron, pero con el tiempo todo ello se fue desvaneciendo y, para cuando empieza la obra, Krapp es la imagen de la soledad, del abandono y del vacío. Y es que crap significa 'mierda', un nombre, pues, que lo resume todo. En su estudio y refugio, Krapp pone en marcha su magnetófono para oír las cintas que tiene grabadas y en las que lleva años recopilando instantes de su existencia.

El origen de este corto monólogo en un solo acto se sitúa en un programa de radio de la BBC de finales de los años cincuenta en el que el actor irlandés Patrick Magee leía extractos de la novela de Beckett Molloy. Inspirado en su voz, Beckett escribió para él unos meses después la pieza que nos ocupa.

Esta mezcla de patetismo y de absurdo que es Krapp's last tape acaba de estrenarse en la Sala Beckett (hasta el 29 de julio) bajo el crepuscular arco iris del Festival Grec en versión catalana de Joaquim Mallafré, de la mano de Jordi Coca como director y con la voz y los gestos de Quimet Pla, su único intérprete. Y puede que lo más destacable del montaje sea su larga duración. Coca alarga hasta casi la hora y media las 25 páginas de un texto que, en la versión para la televisión de Beckett, no pasa de los tres cuartos de hora. Atom Egoyan se recreaba algo más en su adaptación también para la televisión, con John Hurt de protagonista, pero sin llegar a los 60 minutos.

Dilatado y ralentizado, éste es un montaje que parece ahondar en el lado cómico del personaje y que pide una composición apayasada del tal Krapp. Desde luego, las acotaciones del autor dan para tomárselo así. Al margen de las acotaciones, sin embargo, el Krapp de Pla busca el chiste bebiendo en sonoros tragos, haciendo mucho ruido en todas sus acciones y muecas o eructando. Y, por si fuera poco, los pies le quedan colgando cuando se sienta frente a la mesa del magnetófono. Para mí, un Krapp demasiado bufo. Y sobre todo, demasiado largo.

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