Eterna canción de barrio
Hay algo en la mirada, ciertos gestos, determinadas actitudes y una forma especial de mirarse entre ellos. Son pequeños detalles que denotan cuando un grupo está bien, se siente cómodo y de rebufo, disfruta afrontando un tramo ascendente en su carrera. Como Muchachito Bombo Infierno la noche del viernes en Mataró, en el Festival Cruïlla de Cultures, dándole gas al concierto para levantar una polvareda que flotaba suspendida sobre las cabezas de la multitud. Sí, están en gracia y la noche fue suya.
Quien no haya visto jamás a Muchachito se pierde a una especie de circo ambulante del "raca raca" acelerado, una traducción de la furia del rock y del punk al casticismo más racial. Un grupo así sólo puede ser de aquí. Al frente Jairo, tocando su guitarra como si el ventilador rumbero lo hiciesen los Ramones. Mientras tanto con su pie derecho impulsa el bombo y le secundan una tropa de músicos de aspecto ambulante que parecen salidos del bar de la esquina, trompetas, saxos y trombones incluidos; una fiesta de las buenas, de las de verdad, de las de siempre.
Se estructuró en torno a piezas del primer disco como Luna, 115, Me tienes frito, Conversaciones incompatibles y Será mejor, a las que se añadieron incursiones en el recentísimo segundo trabajo del grupo tales como Acicálense, Ruido, Aire y Azul. Son sólo títulos para que no se diga que Muchachito hace una sola canción, la canción que se ha venido escribiendo en las calles de nuestras ciudades dormitorio desde siempre, la canción popular eterna. Ése es el impulso de esta banda, de ahí toma las esencias y con ellas se perfuma. Por eso y por el carisma de extrarradio de Muchachito, resulta irresistible. Es un artista llamado a crecer aún mucho más. Este verano será testigo.
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