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Reportaje:Tenis Wimbledon

Un campeón registrado

Federer también sufre los estrictos controles de seguridad en Londres

La policía desactivó un coche bomba en el centro de Londres el pasado viernes. Desde entonces, Wimbledon está en alerta. Se han levantado muros de hormigón frente a todas las entradas para evitar el ataque de coches conducidos por suicidas y cargados de dinamita. Se han contratado operarios para revisar minuciosamente los bajos de todos los vehículos. Y se ha recordado a los agentes de seguridad que hay que ser puntillosos.

Andy Roddick subía ayer corriendo por la colina del Aorangi Park, la zona más privada del torneo, la que tiene más controles de entrada. Ahí se encontró con un guardia reclamando vehementemente la acreditación a un tenista. "¡Relájate, tío; trabajas para nosotros!", le gritó. Y comenzó a reírse. Roddick no podía entender que Roger Federer, el campeón vigente, pareciera un terrorista y no le permitieran la entrada por no llevar consigo la credencial.

"Tras los sucesos de Londres y Glasgow

[donde un coche en llamas fue estrellado contra el aeropuerto], la policía ha recomendado que tomemos medidas extra para mejorar la seguridad", explicó la organización en un comunicado. "Hemos reasignado varios agentes dentro del perímetro y dedicado otros a revisar los coches", dijo Peter Dobson, superintendente encargado de la seguridad y que trabaja en permanente contacto con Aviación Civil.

La pista central está en obras. Ahí, en la Royal Box, se sienta lo mejor de la nobleza británica. Y, como no hay techo, se vigila cualquier movimiento sospechoso en el aire. "No hay información que haga pensar en que se haya incrementado la amenaza, aunque el mensaje para todos los espectadores es que permanezcan vigilantes y avisen a la policía de cualquier cosa sospechosa", recomienda la seguridad del torneo.

Londres es en estos días una ciudad atemorizada por su agenda. Organiza Wimbledon y recibe al Tour de Francia el próximo sábado. Para disfrutar del tenis hay que hacer cola, esperar a que un agente hurgue en el equipaje de mano y, en algunos casos, ser sometido a un minucioso cacheo.

La escena, que traslada al tenis los controles de un aeropuerto, transcurre bajo el ruido de las aspas de un helicóptero policial. Entre los pasos de los perros que olisquean macetas y mochilas. Y por detrás del ruido de decenas de carteras abriéndose. Entrar a Wimbledon sin dinero es incluso motivo de sospecha.

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