_
_
_
_
_
Debate del estado de la comunidad
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Desequilibrio estructural

Este pasado 15 de junio se ha cumplido el trigésimo aniversario de las primeras elecciones democráticas desde 1936. La efemérides ha sido objeto de la celebración que merece y han sido también muchos los análisis que se han hecho de lo que el resultado de aquellas elecciones significó para que la transición se produjera de la manera que al final se produjo. Pues fue el equilibrio entre la representación obtenida por el centro-derecha, UCD más AP, y el centro-izquierda, PSOE, PCE-PSUC y PSP, completado con las minorías nacionalistas catalana y vasca, el que hizo posible que las Cortes elegidas el 15 de junio de 1977, que no habían sido pensadas en el esquema originario de la Ley para La Reforma Política como unas Cortes Constituyentes, acabaran convirtiéndose en tales.

El empate electoral fue lo que hizo inevitable la apertura de un proceso constituyente. El equilibrio o desequilibrio en la representación parlamentaria es lo que acaba dominando el debate político en una sociedad democrática. Es la propia naturaleza del debate la que se ve afectada por esa circunstancia. Por eso el debate político a partir del 15 de junio de 1977 no fue el que se pensó que iba a ser cuando se convocaron las elecciones, sino el que los ciudadanos, al ejercer el derecho de sufragio, determinaron que fuera.

Este recuerdo del 15 de junio de 1977 se me vino a la cabeza mientras seguía este miércoles pasado el debate sobre el estado de la comunidad en el Parlamento de Andalucía. A ese solemne acto parlamentario se le llama debate, pero realmente de debate tiene poco. No este año, sino desde hace bastante tiempo. El desequilibrio de nuestro sistema político desde 1982, únicamente excepcionado en las elecciones autonómicas de 1994, que dio vida a la legislatura de 1994 a 1996, no permite que el debate sobre el estado de la comunidad pueda ser calificado de tal. Formalmente lo es, pero materialmente no.

La competición política no puede equipararse a una competición deportiva, pero hay similitudes entre ambas más que notables. Para que una competición deportiva pueda ser considerada realmente tal, tiene que haber una cierta paridad entre quienes compiten. Cuando el Real Madrid se enfrentó hace ya bastantes años con su filial, el Castilla, en la final de la Copa del Rey, aquéllo no tuvo de final de la Copa del Rey más que el nombre. De la misma manera que cuando los All Blacks se enfrentan a la selección de rugby de Francia o de Inglaterra hay debate deportivo y cuando se enfrentan a la selección de España no lo hay.

Esto último es lo que lleva ocurriendo desde hace ya mucho tiempo en el llamado debate sobre el estado de la comunidad. Cada año el presidente de la Junta de Andalucía sube a la tribuna del Parlamento a pronunciar su discurso con la convicción de que realmente no tiene contrincantes con los que debatir. Y a la inversa. La misma convicción tienen los portavoces de los tres grupos parlamentarios que están en la oposición. En nuestro sistema política faltan las premisas para que pueda existir un auténtico debate. Con cada año que pasa se nota más.

Y lo peor es que no hay nada en el horizonte que indique que en el futuro inmediato, esto es, en la próxima legislatura, las cosas puedan ser de otra manera. En las intervenciones del pasado miércoles de Teófila Martínez, Concha Caballero y Pilar González había un aire de resignación que no podía ser más elocuente.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

No hubo en ningún momento de sus intervenciones nada que permitiera atisbar que en sus partidos hay ni siquiera la idea de lo que tendría que ser un programa de gobierno para Andalucía. Y si no son capaces de hacerlo visible en el debate parlamentario del estado de la comunidad del año final de la legislatura y, por tanto, previo a la celebración de las próximas elecciones autonómicas, cuando lo van a hacer. Me temo que los próximos cuatro años vamos a tener más de lo mismo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_