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Crónica:Vela | Copa del América
Crónica
Texto informativo con interpretación

El día que no pasó nada

El 'Alinghi' gana la cuarta regata y empata con el 'New Zealand' en el duelo más reñido desde 1983

La historia de la humanidad no registra grandes best-sellers con semejante título. En el día que no pasó nada, las aguas de la Malvarrosa aún hervían de la jornada anterior. El Alinghi clamaba contra el juez Peter Luigi por permitir navegar en un plato de lentejas y otros apuntaban a la pifia final de Butterworth por no marcar a los kiwis en la última empopada.

El día en que no pasó nada, las unidades coronarias daban de alta a los pacientes con arritmia velística, parte médico que no convencería a los responsables de recursos humanos, bajo la condición de dormir la siesta con la visión de deportes menos violentos.

El día en que no pasó nada amaneció como el anterior, grisáceo, con vientos inestables y con las apuestas allende los mares, o sea Australia y Nueva Zelanda, totalmente a favor de los suizos. Pese a ir ganando por 2-1, parece que nadie creía en el triunfo de los kiwis. Las casas de apuestas seguían pagando doble contra sencillo en Internet. Los asuntos del corazón pocas veces coinciden con los del bolsillo.

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El día en que no pasó nada, el Alinghi salió primero, siguió primero y acabó primero. Empató, 2-2 -los kiwis presentaron una protesta por una maniobra ilegal que debe resolverse hoy-, y logró que la final de esta Copa del América sea la más reñida desde 1983, cuando Australia derrocó el imperio estadounidense establecido durante 132 años. Entonces, Australia iba perdiendo por 3-1 y al Liberty, norteamericano, le faltaba sólo una regata para mantener el trofeo en su vitrina. Australia empató, 3-3, y en la regata definitiva -entonces, el duelo era al mejor a siete, no de nueve como ahora-, el Liberty se puso delante en la última empopada, pero a la meta llegaron antes los australianos.

El día en que no pasó nada, el Alinghi salió por delante tan contento y el New Zealand por detrás igual de contento, cada cual con su rumbo, uno ganando y otro perdiendo, pero sin rectificar ni una miaja la dirección que llevaban. Por primera vez en todas las regatas de Valencia, un barco fue de boya a boya sin realizar un solo cruce. En esta ocasión fueron los dos barcos, que en más de tres millas de recorrido sólo viraron en una ocasión para entrar en la baliza. Comprensible en el caso del Alinghi, pues llegó con una confortable ventaja de 20 segundos y 80 metros. Más inexplicable en los kiwis, aunque esperaron al inicio de la empopada para atacar con un cambio de dirección repentino que les hizo ganar 30 metros.

El Alinghi no estaba para frivolidades ni aventuras. Era un día para los pacientes, un día de tácticas de libro, de ésos que gustan a los técnicos de cualquier deporte, pero no a los espectadores. El Alinghi bloqueaba cada movimiento del New Zealand y así mantenía su ventaja.

En éstas, Hutchinson, el tactico kiwi, vio el viento en el lado derecho. Para allí se fue lanzado el New Zealand, pero, al moverlo, el spinnaker se enredó: de perder por 90 metros pasó a perder por 150 en un instante; aún así, el movimiento era bueno, pues se puso a 50.

El día en que no pasó nada volvió a recordar todos los fantasmas del anterior, todos los cambios de liderazgo con vientos locos. Pero no era lo mismo. El Alinghi aguantaba con serenidad y los kiwis no tenían su día con los trapos, que se les enredaban una, dos y hasta tres veces. Toda la siesta que se tomaron en el primer tramo la convirtieron en trabajo a destajo en la empopada. Aunque parezca una contradicción, en situaciones de poco viento, en torno a los ocho nudos, las tripulaciones tienen que trabajar tanto o más que en las ceñidas. Si en la primera manga sólo realizaron una virada, a favor del viento hicieron cinco, aunque con resultado nulo. El Alinghi llegaba a la mitad de la regata con 34 segundos de ventaja.

Otra vez cuesta arriba y otra vez el New Zealand comiendo metros y despertando los fantasmas del día anterior. Se puso a ocho escasos, pero de ahí no pasó.

La furibunda lucha de cruces, en el día que no pasó nada, acabó con el triunfo del Alinghi, por más de 100 metros, que se prestó a empopar por segunda vez y encarar la victoria. La segunda y un empate que nadie se creía al inicio de esta sorprendente final.

Nadie cree en el triunfo del New Zealand y menos que nadie los apostantes de su continente. De momento, hay un empate, 2-2, que sólo recuerdan los más viejos del lugar. No está mal para un día en que no pasó nada de nada, casi.

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