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El Supremo ordena indemnizar a un hombre 35 años después de perder una pierna

"La Justicia llega, pero es demasiado lenta". Ésta es la frase que asoma a la cabeza de Joaquín Gil mientras contempla en su casa de Los Barrios (Cádiz) una sentencia que lleva esperando desde hace 35 años. En los próximos días la Guardia Civil deberá indemnizarlo con el pago de 120.000 euros. El Instituto Armado compensará así, tras más de tres décadas, la pierna que perdió este barreño, tiroteado por un cabo primera que lo confundió con un cazador furtivo.

Joaquín caminaba por la A-381 (Jerez-Los Barrios) un día cualquiera de 1972. Entonces era una vía comarcal y, con suerte, recuerda este hombre de 68 años, pasaba un coche cada hora.

Venía con su primo de encerrar unos cochinos. Terminada la tarea, volvía tranquilamente a casa. El silencio de la carretera se rompió con el estruendo de una metralleta. Sin mediar palabra, un cabo primera le atravesó su pierna con siete disparos.

Confusión

Joaquín cayó al suelo y aún recuerda las palabras de su agresor: "Perdona, te había confundido con un cazador furtivo". "No te perdono ni muerto", le contestaba Joaquín, a sus entonces 32 años. La amputación de su pierna fue inmediata y el calvario le vino después.

Un consejo de guerra al que la víctima asistió en calidad de testigo dictó seis meses de prisión para el agente y 200.000 pesetas de multa. Joaquín no llegó a conocer el dictamen del consejo militar hasta años después, fecha en la que además supo que su agresor apenas había cumplido unos días de cárcel para ser trasladado después al norte del país. El "error" del agente, fallecido en el año 2000, se solventó rápido y en silencio, pero la indemnización para el joven amputado ha tardado 35 años.

El caso llegó a la justicia ordinaria y, tras varios litigios, el Tribunal Supremo ha ordenado el pago de una indemnización de 120.000 euros. Una cantidad que el abogado de Joaquín Gil tratará de negociar en los despachos, ya que no cabe recurso contra la resolución.

"Lo que yo he pasado no se paga con este dinero. Me cortaron la pierna. Me cortaron la flor de la vida", dice resignado este hombre. Un año antes del día fatídico, Joaquín había enviudado. Inválido debía hacerse cargo de sus hijas de dos y tres años que cuidó con la ayuda de su madre.

Tras doce meses de vacío, decidió vender su casa para tener ciertos recursos que le permitieran empezar otra vez. Adaptó su vehículo y se familiarizó con un nuevo oficio. Desde entonces, se dedicó a la venta de madera y corcho, se casó y tuvo cinco hijos más. Sin una de sus piernas construyó, durante nueve largos años, la casa en la que ahora vive con su familia. Allí, en Los Barrios, 35 años después de recibir las siete balas, lee y relee la sentencia y piensa: "La Justicia llega, pero es demasiado lenta".

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