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Hezbolá condena el ataque a las tropas españolas

Hezbolá ha condenado el ataque a las tropas españoles y lo ha calificado de "acto sospechoso". No suelen engañar a la hora de reivindicar sus ataques. Nadie duda, y los líderes chiíes tampoco lo niegan, que Hezbolá nutre su arsenal a través de la frontera de Líbano con Siria. Pero es improbable que la milicia chií haya perpetrado el ataque de ayer.

Ahora, la rama política de Hezbolá está enfrascada en una lucha política para aumentar su cuota de poder en Líbano. Y su rearme requiere tiempo. Aunque se ignora con certeza con cuántos milicianos cuenta, sí se sabe que en la guerra con Israel, el verano pasado, murieron varios centenares de sus guerrilleros. Los cálculos son dispares, pero el brazo de armado está formado por entre 10.000 y 25.000 hombres cada vez mejor pertrechados.

Sólo una semana atrás, dos cohetes Katiusha fueron disparados contra Israel, un ataque muy diferente al de ayer pero del que venían advirtiendo los jefes del espionaje libanés. Aunque lo atribuyeron a grupos islamistas suníes apoyados por Siria, se ignora la autoría.

No obstante, Fatah al Islam -un grupo de unos 200 hombres armados y de ideología gemela a la de Al Qaeda- había amenazado con extender la guerra que desató el 21 de mayo en el campo de refugiados de Naher el Bared, a escasos kilómetros de la norteña Trípoli, al resto del país. Ayer ya combatía en esta ciudad.

Falta de autoridad

Las autoridades libanesas aseguran que entre los muertos de Fatah al Islam se han encontrado combatientes de Yemen, Siria, Sudán, Jordania y otros países musulmanes. Y algunos analistas sugieren que Hezbolá, dueño y señor de la zona, puede estar haciendo la vista gorda.

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Sea quien sea el atacante, juega con la ventaja de que los 12.000 soldados de UNIFIL no tienen la autoridad para adentrarse en los pueblos y viviendas en busca de armas. Se limitan a patrullar. Y los 15.000 militares del Ejército libanés tampoco desean mover demasiado unas aguas ya revueltas.

Líbano siempre ha sido un avispero que se desgarra con violencia y frecuencia pasmosas. Son demasiados los intereses que se cruzan en este país de la extensión de Asturias.

Al margen de las 18 confesiones que profesan sus cuatro millones de habitantes, las potencias occidentales (Estados Unidos y Francia) y las orientales (Irán y Siria) han entablado en Líbano, desde hace tres años, el último episodio de una pugna que arranca en el desmoronamiento del imperio Otomano.

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