El carro y los caballos
Hace exactamente tres meses, el 26 del pasado marzo, cuando aquí ya andábamos en campaña electoral, el senado o gobierno de Berlín le concedió al poeta alemán Wolf Biermann el título de ciudadano de honor. Biermann nació en Hamburgo hace siete décadas y, pasado el terror nazi y la brutalidad de la guerra, se instaló en la República Democrática Alemana, la de los comunistas, porque era un joven de izquierdas con ideales sociales. En el Berlín del Este fundó grupos teatrales de trabajadores y estudiantes, y vio levantar la vergüenza del Muro con la mayúscula que imponen todas las dictaduras. Puso en tela de juicio cuanto veía, y cayó en desgracia: prohibieron sus obras, le privaron de nacionalidad y le quitaron el pasaporte. Eso sí, a mediados de los setenta le permitieron viajar a la República Federal en donde se quedó. El significativo año de 1968, y con ojos críticos y fijos en el socialismo real existente en la dictadura comunista de su entorno, escribió el poeta un poemilla claro y políticamente expresivo. Lo tituló Pregunta y respuesta y pregunta. Los versos de Biermann rezan: "No se pueden cambiar los caballos en medio del cauce del río./ Bien./ Pero los viejos caballos se han ahogado./ Tú dices:/ El reconocimiento de nuestros errores beneficia al adversario./ Bien./ ¿Pero a quien benefician nuestras falsedades?/ Muchos dicen:/ A la larga el socialismo es inevitable./ Bien./ ¿Pero quien lo va a traer?".
Y, aunque la socialdemocracia en el País Valenciano no es ni por asomo el comunismo de Ulbricht o Honecker, la memoria le evoca a uno el poemilla de Biermann, tantas cuantas veces el socialismo de por aquí se atasca, y se atasca en medio de la corriente del río: los resultados electorales de los últimos comicios locales y autonómicos de un lado, y la corriente conservadora o neoconservadora por doquier. Ambos aspectos precisan de reflexiones serenas que conduzcan al cambio de todos aquellos caballos que no se hayan ahogado, y al cambio de la carreta de la que esos caballos tiran: el mensaje y el contenido del mensaje que una socialdemocracia moderna ha de hacer llegar a la ciudadanía, sin dejar de ser izquierda en lo político y en lo social.
Cabe suponer aquí que no se trata de cambiar al secretario general del PSPV-PSOE actual, esté políticamente vivo o muerto, por cualquier otro secretario general ante la "situación de desánimo y deterioro generalizado en las estructuras del PSPV tras los resultados electorales", como indicó el ministro castellonense Jordi Sevilla. Eso no solucionaría nada. Se trata, por una parte y por descontado, de realizar una tarea de oposición efectiva en las Cortes valencianas y en los ayuntamientos, como también dijo el ministro; y, por la otra el reconocimiento de errores y falsedades, que benefician al adversario político y echan trabas en los radios de las ruedas del carro. Porque no se puede, a guisa de ejemplo, pregonar una sostenible política urbanística, y tener alcaldes extendiendo cemento en el término municipal de sus ayuntamientos como lo extiende un alcalde de derechas poco sostenible. No se puede predicar transparencia y honradez en una campaña electoral, cuando el electorado contempla en las calles de sus pueblos y ciudades situaciones como las vividas en Nules, Alcalà de Xivert o Albocàsser, donde la credibilidad de la socialdemocracia quedó hecha añicos. No se puede uno presentar como valedor de la educación pública cuando, y debido a la implantación de un teorizante y teórico, más que eficaz, sistema educativo que se implantó, las clases medias abandonan sin prisas pero sin pausas la escuela pública y se dirigen a la privada. A esas clases medias, la zarzuela de los barracones, ya existentes hace varias décadas, les suena a urdu. Y extiéndase la reflexión al ámbito de las infraestructuras o, pongamos por caso, de la seguridad ciudadana.
Allá donde el discurso y la actitud de quienes arrastran el carro estuvo más cerca de la realidad, hubo credibilidad en los caballos y los resultados fueron aceptables: léase, por ejemplo, los resultados en Benicàssim o la capital de La Plana. Pero la reflexión, o el cambio de los caballos que se tengan que cambiar, no puede esperar en exceso, porque ahí está el también castellonense, y secretario general del PP Ricardo Costa, con el dedo levantado e indicando que sigue en campaña - la del victimismo ante el gobierno central y la manipulación televisiva - hasta las generales "para derrotar a Zapatero".
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