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Reportaje:Memoria gráfica

El álbum de todos los madrileños

La Comunidad recoge más de 12.000 fotos de ciudadanos para crear un archivo de la vida cotidiana

12.000 fotos, 12.000 historias. La convocatoria Tus fotos cuentan mucho de la Comunidad de Madrid, que acabó este fin de semana, ha recogido decenas de miles de fotos de la gente. Entre las 12.000 seleccionadas hay de todo. Ojeo aleatorio: un daguerrotipo de mediados del XIX, una foto del primer coche con matrícula M-1, un grupo de quintos en los cuarenta, el cuarto de estar de los Fernández a mediados de los setenta... Durante siete semanas los madrileños se han acercado a las bibliotecas públicas y a los autobuses que recorrían la Comunidad con laboratorios fotográficos ambulantes para que sus álbumes familiares quedasen digitalizados para la posteridad.

Gloria Boldo se ha acercado dos veces. Trae fotos familiares "graciosas": ella en brazos de su madre a la puerta del Retiro en 1951; más de 20 años después, sus gemelas en brazos de un Rey Mago de El Corte Inglés. "Hace ilusión que un día estas fotos puedan estar en una exposición, en un libro...", dice, refiriéndose a los proyectos que tiene la Comunidad de Madrid para el material recogido. Por ahora, las miles de instantáneas, y sus correspondientes historias, se pueden ver en www.madrid.org/archivofotografico.

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Porque detrás de una foto siempre hay una historia. Jorge, Arles, César y Paloma son cuatro de los jóvenes que se han encargado de atender a la gente. Cuentan que aparte de digitalizar las fotos y documentar su procedencia, su trabajo ha consistido, sobre todo, en escuchar estas historias. "La gente nos ha abierto las puertas de sus casas. Nos ha entregado parte su vida", dice José Luis de Parra, uno de los coordinadores del proyecto, "estas fotos son una puerta a la nostalgia". Muchos de los vecinos que se acercaron acabaron en lágrimas al recordar dónde y cuándo se tomaron las instantáneas.

"A la gente le gusta que alguien reconozca que esas fotos que llevan años olvidadas tienen un valor documental", dice Carlos Cid, otro coordinador del proyecto. Los participantes reciben a cambio de permitir que se digitalicen sus fotos un diploma. Unos 100 casos de archivos de especial valor, por su antigüedad, calidad o tamaño, se tratarán de forma independiente en el futuro. Entre las historias encontradas, también hay "barbaridades". La nieta del fotógrafo Eusebio Juliá, que trabajó a mediados del XIX, entregó el grueso de sus archivos a unos traperos; el Estudio Quesada, que guardaba una inmensa colección de fotos históricas de El Escorial, vendió durante la penuria de la posguerra los vinilos a una empresa de marroquinería. El plástico se reutilizó para crear las ventanas transparentes de las carteras, esas a través de las que se ve la foto del DNI, ironías de la vida.

Muchas de las fotos recogidas muestran un Madrid casi irreconocible. La Castellana rodeada de campo, tendederos donde ahora está la M-30, mercados de verduras en la Plaza Mayor...

Hay imágenes que se repiten: novilladas, gente disparando en casetas de feria (se suponía que el tiro en la diana disparaba el obturador), familias a la entrada del zoo y del jardín botánico, la típica paseando por la Gran Vía, donde se apostaban los fotógrafos cuando la gente aún no tenía cámaras. Pero la reina es la de "niño con mapa escolar". Pedro Antonio Oliver, de 58 años, trae la suya. La ha recuperado de una caja de anguila de Navidad donde la guardaban sus padres. En otra, de niño, hay un sello detrás: "1955. Estudios Marset. 9 pesetas". Y en otra aparece con un camioncito de madera. "Me lo echaron los Reyes, me encantaba. Un día mi hermano le dio una patada y lo hizo astillas. Lo recuerdo perfectamente", dice Pedro. Quizás no lo haría si medio siglo después no hubiese abierto una caja olvidada.

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