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Columna
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'Ricardito el tramposo'

Esa otra noche electoral, y por los pagos valencianos o madrileños, vimos multiplicarse imágenes de júbilo y exultantes declaraciones de quienes habían ganado los comicios, es decir, los conservadores, neoconservadores o ultra conservadores del PP, que de todo hay en esa ribera tan aparentemente compacta. Lógica, normal y acostumbrada alegría de quienes se acaban de enterar de que habían obtenido en las urnas un mayor número de votos. Por lo demás, esas estampas nocturnas de la noche electoral evocaban secuencias similares, no tan lejanas en el tiempo y en la memoria, como las del éxito electoral de los socialdemócratas el año 1982 y en alguna otra ocasión posterior. Nada nuevo, pues, bajo la pálida luz de la luna si no se pierden riendas y estribos. Y algunas veces de forma anecdótica, aunque significativa, y en otras de forma sustancial, se perdió el control. Así, y olvidándose de que las palabras encierran conceptos, determinados presentadores de nuestra televisión autonómica y el vicepresidente del Consell que leía resultados y daba cifras, bautizaban las candidaturas del Compromís pel País Valencià con el nombre de Compromís pel Canvi: se les atragantaba un nombre que, aunque con uso minoritario merecedor de respeto, tiene décadas y siglos de existencia. No tiene mayor relevancia, es pecado venial al fin y al cabo de fácil absolución.

Pecado capital es y será siempre la arrogancia de quienes se vieron o se ven favorecidos por la fortuna. "La fortuna -escribió el republicano Cicerón en la Antigua Roma- no sólo es ciega, sino que, las más de las veces, ha dejado también ciegos a aquellos a los que ha abrazado". La fortuna de unos miles más de votos en las urnas le permitió al adalid de los conservadores en Castellón indicar que "se ha celebrado el juicio popular y nos han absuelto con sobresaliente cum laude". Hacía referencia a las imputaciones o acusaciones que tiene pendientes y por resolver en los tribunales, en torno a sus actuaciones y finanzas. La lapidaria frase -además de un disparate sin igual en un estado democrático, porque las mesas electorales no son tribunales ni confesionarios donde se absuelvan culpabilidades o pecados-, la lapidaria frase, digo, es un error en plural; el "nos" que salpica voluntaria o involuntariamente a dirigentes conservadores que no han sido imputados o acusados de nada. La frase arrogante de Carlos Fabra nos trajo el recuerdo de la figura del 37º Presidente de los Estados Unidos, de Richard Nixon, que ganó las elecciones presidenciales en 1972 con un apoyo del 60 y pico por ciento de los sufragios emitidos, y tuvo que dimitir dos años más tarde porque el Gran Jurado federal de Norteamérica lo consideró partícipe en una conspiración para obstruir la acción de la justicia. Nixon ha pasado a la historia como Tricky Dickie, como Ricardito el Tramposo, que se ganó ya en 1950 durante su campaña como candidato al Senado, cuando se enfrentó a la demócrata Helen Gahagan. En plena guerra fría y con las armas sonando en Corea, insinuaba Nixon en su campaña que la demócrata de origen irlandés tenía rojas hasta sus prendas interiores, por lo tanto, era una comunista y una antiamericana. La insinuación engañosa, la manipulación y la arrogancia escribieron con Nixon una página negra en el país de las libertades: le cegó la fortuna.

Esa otra noche electoral, eufórica entre los ganadores, si se escuchaban con atención los resultados locales, se constataba cómo se habían alterado los resultados en varias poblaciones castellonenses en donde se habían descubierto censos hinchados meses antes de las elecciones. El tema ya está en los juzgados y tendremos que esperar que digan dónde están los tricky dickie que manipulan y engañan no sólo tachando de anti valencianos a quienes no están de acuerdo con los macroproyectos hidráulicos, sino también hinchando solapadamente los censos. Porque esa es también la grandeza del sistema democrático con urnas y con ganadores y perdedores; pero que también coloca ante la opinión pública a todo Ricardito Tramposo que manipule o engañe antes o después de la jornada electoral.

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